Diario de León

Los guardianes de la tradición

La actuación de Liébana, Marentes y Arce convocó numeroso público en Botines

La actuación de Liébana, Marentes y Arce convocó numeroso público en Botines

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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Su sabiduría sólo es comparable a su tesón y su forma de entender y trasmitir la música tradicional leonesa tan natural y verdadera como los sonidos que extraen a sus instrumentos únicos a los que hacen hablar un lenguaje que va más allá del tiempo. Moisés Liébana, Carmen Marentes, Maximiliano Arce, volvieron el pasado domingo a dejar patente a quienes desconocían su arte que una cosa es el folklore popular adulterado y tergiversado hasta las últimas consecuencias por  el mal aprendizaje y el peor uso que algunos de sus intérpretes le han dado y otra la tradición directa trasmitida de padres a hijos, de maestro a discípulo, de mano a palillo, de lengüeta a lengüeta, de  muñeca a redoble, a golpe de  ilusión, de esfuerzo y de amor por un arte que sólo ellos conocen y que sólo ellos pueden trasmitir.  De no ser por ellos hace ya tiempo que nuestra música tradicional hubiera pasado a engrosar la larga lista del patrimonio musical desaparecido o adulterado sin visos de recuperación ni referencias que lo hicieran al menos reconocibles. Ellos son todavía los auténticos portadores de un testigo que hunde sus raíces en los sones más ancestrales de la melodía y los oficiantes más excelsos y respetuosos  de esa música que llamamos tradicional y que tiene en sus notas mucho más  arte que ciencia. Durante el tiempo que estuvieron desgranando algunos de los sones más reconocibles de nuestras comarcas dieron una auténtica lección de lo que significa  popular y la diferencia con lo que habitualmente nos venden como genuino sin dejar de ser populachero, en un acto en el que únicamente se echó en falta un representante de ese otro instrumento que, aunque llegado más tarde e nuestra tierra que los allí tañidos, es ya tan nuestro como el que más y tiene su propio lugar en nuestra cultura musical como es la dulzaina. De cualquier modo lo que pudimos escuchar y ver en la luminosa tarde del domingo último en Bortineses algo que merece una detenida reflexión y una valoración que va mucho más allá del mero comentario que este cronista pueda hacer aquí. ¿Cómo puede perderse semejante caudal de tradición y valores humanos y musicales sin que las instituciones fomenten la continuidad entre las generaciones más jóvenes y los preserven de forma no sólo sonora sino también videográfica para permitir a quienes nos sigan un conocimiento exacto y auténtico de lo que es ese toque de pandero lacianiego, que Carmen Marentesdelinea con sus dedos sobre el rudo pellejo cuadrado cual sacerdotisa de una celebración que se escapa a la voracidad del tiempo y que nadie más que ella conoce. O ese baile de boda peculiar al que acompaña con el canto abierto de su singular voz. Quién podrá volver a hacer sonar esa chifla y ese tamboril con la elegancia, el porte y la gracia del maestro de Rabanal del Camino, Maximiliano Arce. O quién logrará extraer aquellos rudimentarios sonidos a la gaita cabreirenseque con la sutileza de Moisés Liébana, gaitero de Corporales, síntesis y axioma, alfa y omega de lo que significa tradición en el más exacto sentido de la palabra, ha acompañado esa «Danza del Rey Nabucodonosor» olvidada en la noche de los tiempos? Todo ese dechado de verdades extraídas de lo más recóndito de la memoria tuvo el domingo ese sabor crepuscular e intimista como si fuese tiempo de hacer inventario antes de que el inexorable dios Cronos y la desidia de los hombres lo borre para siempre. ¡Gracias maestros por la emoción!

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