Diario de León

Aquello en lontananza, ¿es el público, por ventura?

La Orquesta Sinfónica de Castilla y León, con la ayuda del virtuoso violinista lituano Julian Rachlin, brindó un soberbio concierto que quedó deslucido por el escaso público presente

Publicado por
Miguel Ángel Nepomuceno
León

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El quinto concierto de abono de la Orquesta de Castilla y León tuvo lugar el pasado martes con un programa muy actual en el que destacaba la actuación del solista lituano Julian Rachlin, un virtuoso del violín que dejó constancia de que actualmente es uno de los cinco mejores en su instrumento. Como viene siendo habitual desde que comenzó el actual ciclo de la orquesta autonómica, la asistencia del público es cada vez menor, llegando a estar bajo mínimos en este concierto, donde los 90 profesores de la formación eran más que las 89 personas que había en la sala. Ya hemos comentado lo equivocado de la política de precios seguida por la orquesta, por lo que no procede seguir insistiendo. Urge una revisión de éstos y de los días de programación si se quieren resultados positivos. El concierto fue, en todos los sentidos, un lujo. Por comunicatividad, afinación, expresividad y compenetración entre solista y orquesta, destacando la excelente labor de Alejandro Posada que sabe sacar a su orquesta los recursos más sutiles y la expresividad más concreta, especialmente en algunos pasajes del concierto para violín y orquesta de Shostakovich con el que se abrió la velada. La lectura que del Nocturno realizó Julian Rachlin fue de otra dimensión. A base de notas picadas, arpegios, arco vertiginoso y medido en los ataques, y un virtuosismo apabullante, todo resultó demoníaco y abrasador, especialmente el Scherzo, en el que las trompas y la cuerda grave dialogaron sin cesar. Pocas veces hemos presenciado una perfección tan insultante en un solista como la que posee el lituano, que hizo a toda la orquesta y al director aplaudirle sin moderación por las excelencias exhibidas en su portentosa ejecución. Un momento memorable. Las esperadas travesuras de Till Eulenspiegel, de Strauss, espectacular poema sinfónico, fueron expuestos con rotundidad, seguridad y elegancia, con un sentido de plasticidad asombroso en madera y viento y una suerte de frivolidad en la cuerda.

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