Diario de León

El artista gallego es autor de un lenguaje propio basado en los recovecos de la mente

Jaime Refoyo lleva a la sala Ármaga sus dibujos sobre el subconsciente

Las únicas herramientas que ha empleado para este trabajo son el lápiz y el papel

El artista gallego Jaime Refoyo, durante la apertura al público de su exposición

El artista gallego Jaime Refoyo, durante la apertura al público de su exposición

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Marcelino Cuevas - león
León

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Jaime Refoyo es gallego y pinta con delicados trazos y mucho misterio los paisajes de su mente. Le bastan para llevar a buen puerto su empeño el grafito de un lápiz inocente y el espacio en blanco de un papel. Su obra, como las nubes que cruzan el cielo perdiéndose en el horizonte, tiene la propiedad de ser siempre igual y siempre diferente, es el ojo del espectador el que tiene que encargarse de interpretar en mensaje subliminal del artista, de con verter en vaporoso dibujo en frase literaria, en mensaje concreto. Trata el pintor de expresarse economizando al máximo los medios, poniendo en contribución solamente la agilidad de su mano, la vibración de su pulso y las órdenes espontáneas que nacen más allá de la conciencia. La historiadora del arte Áurea Juan Perelló dice a propósito de los dibujos de Refoyo que vertebran, figuran, «y finalmente hacen inteligible un lenguaje hasta el momento no codificado. Un lenguaje interior y gestual con posos de recuerdos de todos los individuos. Jaime no inventa formas, tan sólo las traslada de una espacio interior a uno colectivo, un espacio en el que cualquiera puede hacer su proceso de reinterpretación desinhibido de prejuicios sociales e incluso personales. Si apreciamos sus dibujos de esta forma, podríamos considerar este lenguaje informe un transmisor de conocimiento universal y atemporal». Como los recodos de un río Ha dicho alguien que los cuadros de Refoyo bien pudieran representar los remansos en las riberas de un gran río donde de forma imprevista y espontánea se van acumulando hojas de los árboles, pequeños palos desgajados de los árboles, y cualquier otro material perdido y arrastrado por la corriente de la vida. Inma Torné dice que son los suyos dibujos de una austeridad sobrecogedora. «A veces el trazo, suspendido en la horizontal del ojo, se estiliza y difumina hasta su mínima expresión, que, a su vez, es la máxima al hacerse evanescente. Otras veces la línea se desarrolla arrebatadoramente y adquiere una carga insoportable. El autor -comenta- crea belleza en la búsqueda de la armonía entre tensiones, y descubre la poesía sumergiéndose en insondables claroscuros y altibajos». Dice el pintor que en su trabajo es «un mero intermediario entre aquello que busca y el espectador, soy -asegura- sólamente un instrumento. Lo que intento mostrar son pequeñas certezas que pretendo trasladar al espectador mientras las vivo intensamente». Nubes de grafito que atraviesan raudas el cielo blanco del papel, del lienzo inmaculado. Son quizá las suyas las líneas del jeroglífico indescifrable de la vida capturadas justo en el casi intangible momento del presente, arabescos aleatorios que apenas nacidos mueren, que perecen antes de que consigamos descifrar su mensaje escondido, dejándonos es despojo de sus cenizas. Pinturas de misterios nacidas de la nada y volando hacia la nada, en medio... la filigrana de un pensamiento sin figuras. Horario: de 12.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00; sábados de 12.00 a 14.00. Alfonso V, 6.

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