«Tengo una exclusiva: he sido asesinado»

Creen que la risa es lo más revolucionario de la Historia. Por eso, los periodistas Pedro Simón y Rafael J. Álvarez han decidido publicar algunas anécdotas que se cuecen en la trastienda de los diarios. Durante dos años han ido recopilando historias desternillantes protagonizadas por informantes anónimos que llaman a los medios de comunicación con el ánimo de contar una primicia. En más de una ocasión, esos relatos encierran testimonios delirantes. Un hombre que quiere «vender» la exclusiva de su asesinato, una monja que dice llevar 20 años llamando a la puerta de su convento sin que nadie le abra, una funcionaria que asegura que por las tardes la hipnotizan y se convierte en prostituta.... Buenos días, tengo una exclusiva: he sido asesinado ( La Esfera de los Libros) reúne unas 60 «noticias» que no caben en las páginas de los periódicos. Álvarez y Simónestán habituados a informar de leyes educativas y sanitarias, de gays, presos, toxicómanos y gentes sin techo. Con el libro en cuestión reconocen que se han dado un respiro. «Esto ha sido un ejercicio de humor y de oxígeno para salir un rato de informar sobre la gente que lo pasa mal de verdad», dicen. Con prólogo El Gran Wyoming y epílogo de Jesús Quintero, el libro contiene sucedidos asombrosos que suscitan la carcajada. Como el hombre que llamó a la redacción de un periódico aseverando que el paradero de Bin Laden no era otro que un McDonald's de Huelva. Leyendo las páginas de Buenos días: tengo una exclusiva , el lector se entera de sucesos inauditos. Por ejemplo, quién sospecharía que la novia del príncipe Guillermo es una chica segoviana que insiste a machamartillo: «¿Y cuándo publican lo mío? Porque el bombo crece y crece». Rey de Coslada Entre las historias jugosas que han rescatado los periodistas figura una impagable, la de un hombre que vivía en Coslada y que, aunque reconocía ser «chiquito y feo», juraba que el Rey Juan Carlos le había birlado el trono. «Al ser de la Casa Real tengo derecho a un sueldo fijo. Más o menos, de tres mil euros al mes», reivindicaba el monarca destronado. Los autores quieren dejar claro que en ningún momento ha sido su intención reírse de las personas que se dirigieron al periódico para informar de grandes acontecimientos. «Nos reímos con sus historias. No hay un solo nombre real. El escenario de algunas anécdotas se ha cambiado para dificultar la identificación».