Diario de León

El escritor y Premio Nobel afirma que «nuestra única defensa contra la muerte es el amor»

Saramago deja aflorar su lado divertido en «Las intermitencias de la muerte»

«Si tengo algo aún para decir, mejor es que lo diga cuanto antes», asegura a sus 82 años

El escritor portugués José Saramago

El escritor portugués José Saramago

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Ana Mendoza - madrid
León

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El escritor José Saramago deja aflorar su lado más divertido y sarcástico, y también el más tierno y poético, en su nueva novela Las intermitencias de la muerte , una reflexión sobre la vida, la muerte y la condición humana, que desemboca en una tesis final: «Nuestra única defensa contra la muerte es el amor». El escritor portugués desvela algunas claves de esta novela que a primeros de noviembre se publicará de forma simultánea en España y en los países hispanoamericanos, en Portugal, Brasil e Italia. Verá también la luz en catalán y se está traduciendo ya al francés. La presentación mundial tendrá lugar en Lisboa, el 11 de noviembre. Libro a libro, Saramago, Premio Nobel de Literatura 1998, ha ido tejiendo un mundo narrativo propio y, libro a libro, el escritor ha demostrado su facilidad para novelar situaciones «improbables o imposibles». Basta si no recordar las dos personas idénticas de El hombre duplicad» o ese 83 por ciento de la población de un país que decide votar en blanco de Ensayo sobre la lucidez, la anterior novela del escritor. Situaciones imposibles que vuelven a darse en Las intermitencias de la muerte, cuyo comienzo no puede ser más sorprendente: «Al día siguiente no murió nadie», y eso es lo que sucede en la novela: de la noche a la mañana, los habitantes de un país sin nombre dejan de morir y consiguen la ansiada inmortalidad, aunque, eso sí, quien estuviera muy grave o a punto de morir, se queda igual porque su salud no mejora. En la primera parte de su novela, que en España e Hispanoamérica publicará Alfaguara, Saramago desarrolla con humor, ironía y sarcasmo las consecuencias que la desaparición de la muerte tendría sobre la vida de un país. Lo que en principio parece una magnífica noticia, pronto se verá que es todo lo contrario: el gobierno no sabe cómo responder ante esa insólita situación, el sistema de pensiones se tambalea, los hospitales y las residencias de ancianos no dan abasto y las funerarias no tienen a quién enterrar. La iglesia anda también consternada porque «sin muerte no hay resurrección, y sin resurrección no hay iglesia». «La ausencia de la muerte es el caos, es lo peor que le puede ocurrir a la especie humana, a una sociedad», asegura durante la entrevista el escritor, que en la novela huye del tono grandilocuente con el que a veces se trata este tipo de cuestiones, y reconoce que su libro «sería impensable en el Romanticismo, en el que la muerte era algo aterrador y se trataba de forma muy retórica».

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