Diario de León

La acompañará al piano Rubén Fernández Aguirre

Arteta se reencuentra esta noche con su público leonés

La soprano interpretará un programa en el que alterna el lied con la canción francesa y española

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Miguel Ángel Nepomuceno - león
León

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Siempre es un placer recibir y escuchar a Ainhoa Arteta, porque la soprano tolosarra es de las que cantan con el capital y no con los intereses, como abunda hoy día. Esta es la cuarta vez que tenemos el gusto de disfrutar de su aterciopelada voz, de su encanto y de su arte. Con las entradas vendidas desde hace semanas, el Auditorio será hoy, a las 20.30 horas, una fiesta de la canción, del lied y de las romanzas, dentro del estilo personal e inigualable de la simpática cantante, que estará acompañada al piano por Rubén Fernández Aguirre. Aunque en un principio se había anunciado que estaría acompañada por la Camerata de Israel, sin embargo -como sucede en la mayoría de los casos en los que interviene la política-, el arte no es bien recibido y una vez más problemas de índole ajena a lo artístico y a la música se cruzaron en el camino, impidiendo a los leoneses  escucharla en un repertorio diferente al habitual, con Vivaldi, Bach y Corelli, como referencia, teniendo que conformarnos con volver a oírla en sus especialidades: Saint Säens, Copland, Barber, Granados, Turina, Monsalvatge, Debussy o Ives. Los recitales de Ainhoa Arteta tienen siempre la virtud de atrapar a los públicos más heterogéneos, por lo estudiados y cuidados que son, buscando una puesta en escena glamurosa y un vestuario acorde con el momento. Su forma de escenificar, de entregarse y de encandilar al respetable, con toda suerte de gestos y palabras amables, su generosa emisión y la cuidada elección de un programa agradecido, con arias y canciones que modula con gusto exquisito, hacen que el público, sea cual sea su edad o condición,  caiga rendido ante sus palabras, sus gestos y sobre todo ante su desbordante simpatía. Ella lo sabe y lo cultiva. El público se lo agradece y lo que luego tiene lugar en la sala es una suerte de sortilegio que a nadie deja indiferente. Y eso es lo verdaderamente importante en Ainhoa. Que aunque su canto pueda deleitar, epatar, cautivar o sencillamente gustar, lo más asombroso en ella es que se las arregla de forma tan natural e imperceptible para atrapar al espectador en su butaca y zarandearlo a su antojo, llevándolo por los vericuetos de la lírica, hacia  esa regiones del arte donde la única verdad es dudar de las propias dudas. Otro hecho que sucede con Ainhoa es que hay que verla y escucharla en su medio natural, que es la actuación en vivo, lejos de las frías grabaciones que nunca le hicieron la debida justicia. Es en el escenario donde la soprano se trasforma para convertirse en ese animal escénico que, animado por una fuerza interior arrolladora, se transmuta durante unas horas en Mimi, Butterfly, Manon, Violeta, Elisabetha o Madeleine. Inteligencia, sensibilidad, oficio y mucho arte es el que posee Ainhoa Arteta, mujer que une a su singular belleza unas cualidades como actriz consustanciales a su canto, por cierto, en uno de los momentos más dulces de su ya dilatada carrera ya que su última Bohéme ha sido todo un éxito y sus próximas actuaciones la encaminan a ampliar aún más su escogido pero eficiente repertorio. De ahí que esta noche vuelvan a hacerse realidad en el escenario del Auditorio aquellas palabras de la Callas: «El canto, como la belleza, nunca mueren». Lugar: Auditorio. Hora: 20.30. Entradas: 18 y 12 euros.

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