Diario de León

Marcos Ordóñez bucea en «Ronda del Gijón» en la leyenda del café madrileño

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Miguel Lorenci - madrid
León

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De la segunda República a la Movida, de Ortega y Gasset a Pedro Almodóvar, todo lo relevante ocurrido en la España de la segunda mitad del siglo XX ha tenido alguna conexión o correlato en la gran sala del Café Gijón, en sus tertulias y veladores. Unas historias trascendentes o nimias, trágicas o cómicas en las que ha buceado Marcos Ordóñez (Barcelona 1957), crítico teatral, guionista y narrador. Ordóñez ha escrito un entretenidísimo «documental» sobre el Café Gijón que supone repasar el núcleo de nuestra historia reciente. En las casi 300 páginas de Ronda del Gijón. Una época de la historia de España (Aguilar), Ordóñez ha dado voz a una veintena de personajes cuyas vidas estuvieron vinculadas en algún momento a este epicentro del acontecer hispano. Ana María Matute, Eugenio Suárez, Manuel Alcántara, Rafael Azcona, Raúl del Pozo, Maruja Torres, Juby Bustamante, Manuel Vicent, Álvaro de Luna, Rosana Torres o Pepe Bárcena, son algunos de quienes se prestaron al juego de la memoria propuesto por Ordóñez. Les hace hablar en primera persona, sirviéndose de los mejores recursos que Truman Capote puso a disposición del nuevo periodismo. «Me interesaban las historias por encima de que el personaje fuera más o menos famoso. El reto es que se retrataran y retrataran su entorno de forma directa, sin comillas ni preguntas» dice Ordóñez. Escritores y veladas Sobre los veladores del Gijón escribieron sus artículos González Ruano, Umbral, Alcántara, Vicent, Raúl de Pozo y tantos otros; pergeñó Fernando Fernán Gómez películas memorables como El extraño viaje ; trabaron Ignacio Aldecoa sus cuentos o Alfonso Paso sus comedias; se fraguó la amistad de Tip y Coll; reinaron la belleza de Ava Gardner o la extravagancia de Maruja Mallo; se cerraron contratos de teatro y cine o se crearon asociaciones como Jueces para la Democracia. «En el Gijón se bebió, se deliró, se conspiró, se escribió, se discutió y se amó» resume Ordóñez. Ocurrió todo en un espacio que ha sido mucho más que un café, que sigue abierto, pero que quizá ha visto rebajado su perfil legendario. «Ha sido un ateneo canalla, un espacio de libertad; oficina y despacho para muchos, casa para algunos, refugio para otros, escaparate y escenario para quienes querían ver y dejarse ver».

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