Los grafiteros del mañana se entrenan en Ordoño II

Los graffitti son ya algo consustancial a las ciudades, es el arte por antonomasia de la metrópolis, la mejor forma de expresión de la tribus urbanas. Pero es también un incordio cuando los Velázquez del spray pintan a lo loco y sin mirar donde. Personalmente, soy un entusiasta admirador de los graffitti y de los grafiteros, unos seres ignorados que se juegan la vida llenando de colores las paredes de la jungla ciudadana, mientras el amenazante sonido de la sirena policial se acerca peligrosamente en la oscuridad nocturna. Les cuento, para documentar esta pasión mía que, por ejemplo, hace dos años pasé casi quince días en la muy ilustrada ciudad de Barcelona haciendo cientos de fotografías de los fastuosos gragfittis que llenan sus arterias. Uno, en su modestia, pretendía hacer un libro o, al menos, un folleto con tanta fotografía, pero resulta que cuando volví a León con mi tesoro en las tarjetas de la cámara digital, me encontré con la reciente publicación de dos espléndidos volúmenes en los que figuraban casi todos y muchos más. Una vez dejada patente mi pasión por el graffitti, paso a contarles lo que contemplé, no sin cierto asombro, ayer en la muy ilustre y aristocrática calle de Ordoño II, rescatada los fines de semana por la nueva corporación municipal para acciones lúdicas dedicadas a los niños. Allí se instaló un improvisado muro blanco en el que los más pequeños, cubiertos de unos protectores de plástico, se iniciaban con entusiasmo en el difícil arte del graffitti, para sombro de sesudos señores y señoras paseantes que se aterrorizan solamente con pensar que las paredes de su casa pueden verse afectadas por el paso de los magos del spray. Creo que hay un sitio y un tiempo para todos, que los grafiteros tienen el derecho de existir en las ciudades del siglo XXI, pero que los autores también tienen la obligación de respetar los lienzos que la ciudad les brinda. Pintar sin molestar Por eso, quiero creer que a la vez que les introducen en las complicadas técnicas del graffitti, también les darán serias charlas diciéndoles dónde pueden pintar sin molestar. Si no lo hacen así los munícipes estarán creando sus propios gamberros. Arte urbano Estimo que el Ayuntamiento, como ya ha hecho en alguna ocasión, debería disponer de lugares apropiados para que los grafiteros se expresen. Hay cientos de tristes paredes y vallas que estarían maravillosamente decoradas con sus pintadas, y sin la necesidad de trabajar pensando que la policía pondrá un truculento fin a su trabajo. En El Raval barcelonés hay calles enteras en las que los pintores de la noche han actuado civilizadamente sobre las feas y deprimentes trapas, de forma que cuando llega la noche y los establecimientos bajan sus cierres, la calle se convierte en una hermosa exposición de decenas de cuadros que durante el día han estado escondido en las persianas metálicas enrolladas. Una gran idea. Hay muchas soluciones para compaginar el arte grafitero y la convivencia ciudadana¿ pero debemos enseñárselo a los chavales desde el principio, si no pasa lo que pasa.