EL INVENTO DEL MALIGNO
Obviedades
LA 2 retransmitía el sábado noche la final de la Copa de Alemania entre el Borussia de Dortmund y el Bayern de Munich. Era un buen cartel para los aficionados, en particular para esos irreductibles que seguimos disfrutando con el fútbol alemán. (Nota para curiosos. Borussia quiere decir Prusia en latín. Los equipos que llevan ese nombre -el de Dortmund y el de Mönchengladbach- no son de Prusia, pero es que en Alemania hay muchas cosas con el viejo sello prusiano; en el caso de Dortmund, concretamente, una cervecería, que es donde se fundó el equipo de fútbol. Lo de Bayern es mucho más fácil: significa Baviera, land cuya capital es precisamente Munich. No tiene nada que ver con el Bayer de Leverkusen, que debe su nombre a la conocida marca de aspirinas, fundada por Friedrich Bayer. Bien: prosigamos). La cosa es que tras un largo y denso partido, prórroga incluida, el Bayern terminó imponiendo su calidad y ganó. Pero lo prodigioso aún estaba por llegar: fue el comentario de Juan Carlos Rivero, que conducía todo desde Madrid. Y es que Rivero, a modo de epílogo del encuentro, proclamó, solemne: «Es una máxima del fútbol: al final, siempre gana un equipo alemán». Claro, hombre: sobre todo si los dos que juegan son alemanes, ¿verdad? Habría sido sorprendente que una final de la Copa de Alemania disputada por dos equipos alemanes la hubiera ganado un equipo español o kazajo, ¿no?, qué sé yo, el Getafe, un suponer. Para mí que a Rivero le pasaba precisamente eso: que seguía traumatizado por la derrota del Getafe ante el Bayern, y de ahí su interés en subrayar la fatalidad cósmica de que siempre gane