Diario de León

La logia renacentista del palacio de Grajal recupera su imagen

Las obras revelan las líneas italianas de este monumento aún cubierto de uralita

El alcalde de Grajal, Francisco Espinosa

El alcalde de Grajal, Francisco Espinosa

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tomás álvarez | león
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La logia renacentista de la fachada sur del palacio de los condes de Grajal, en Grajal de Campos, comenzó la semana pasada a recuperar su vieja traza, revelando las líneas italianas de este magnífico palacio, aún cubierto en parte con uralitas.

Grajal de Campos, con unos 200 habitantes, es un compendio de arte: un magnífico castillo, una gran iglesia gótica con un airoso campanario de 40 metros de altura, un antiguo hospital que fue cátedra de gramática, un convento del siglo XVI y -"sobre todo-" el palacio renacentista de porte mediterráneo. Iniciado por Hernando de Vega, maestre de la Orden de Santiago, en 1517, con la dirección del arquitecto italiano Lorenzo de Aldonza, el palacio fue concluido por Juan de Vega, el siguiente señor de Grajal, quien fue embajador ante la Santa Sede y virrey de Sicilia.

Este palacio, habitado aún hasta hace cuatro décadas, sufrió en los últimos cien años un deterioro inmenso: se derrumbaron sus bodegas y sendas torres; el grandioso patio columnado central quedó gravemente arruinado, la galería oriental, de columnas salomónicas de madera, se hundió... Los daños están aun visibles por doquier, hasta en la airosa logia de la portada sur, cuyas columnas de piedra blanca quedaron embutidas en ladrillo para evitar el hundimiento de la fachada.

«Compré lo que quedaba por seis pesetas», dice el alcalde, Francisco Espinosa, quien rememora así sus negociaciones con los propietarios, en 1998, cuando el edificio era una autentica ruina. La primera ayuda que recibió (ocho millones de pesetas) sirvió para labores de emergencia y sobre todo para cubrir de uralitas la estructura, algo que «ha salvado de la ruina al edificio», según Espinosa.

Muy pocas inversiones. A partir de ese momento, con cuentagotas, han ido llegando nuevas inversiones -"en torno al millón de euros en conjunto-" que han permitido sanear las alas sur y oeste y recuperar el grandioso patio renacentista, donde hubo que recolocar todas las columnas, salvo dos.

El claustro estaba «desplazado para un lado, porque habían fallado las cimentaciones, y por eso hubo que desmontar las columnas, para meter abajo bases nuevas sobre hormigón e hierro; la ruina era debida en parte quizá a que el edificio fue edificado sobre un palacio o castillo anterior», relata Espinosa.

Plan Proder, ayudas del 1 por ciento cultural, de la Junta, la Diputación y ahora el Plan E para las haciendas locales, han contribuido a sanear en parte este inmenso palacio de unos 3.600 metros cuadrados. Los 44.900 euros que Grajal recibió ahora del Plan E están siendo dedicados a recuperar las bóvedas y las pilastras de la logia de la portada sur, desde donde antaño los condes presidían los actos públicos de la plaza del lugar.

Los trabajos, llevados a cabo por Decolesa, empresa que también ha recuperado el claustro de manera ejemplar, están permitiendo sacar a la luz las airosas columnas de piedra blanca, aunque las basas de las mismas deben sustituirse, porque las actuales están seriamente dañadas. Espinosa quiere que se avance ahora por el oratorio, una prolongación lateral del palacio que se ensambla con el templo de San Miguel, asomándose sobre el presbiterio, donde los condes podían seguir los oficios religiosos, separados del pueblo.

Pero el edificio, uno de los palacios renacentistas más mediterráneos de España, necesita un esfuerzo mucho mayor para sacarlo adelante, por lo que el alcalde reclama año tras año ayudas que no llegan a la Junta, quien «debiera hacerse cargo de la restauración de este Bien de Interés Cultural, como organismo responsable». Tanto Espinosa como los técnicos de la empresa destacan en especial el salvamento del claustro central: «Es el chasis que aguanta el edificio; si está sano y está bien la cubierta, el palacio aguantará», afirman. Espinosa también está interesado en darle una función a este noble edificio, desde cuyas ventanas se contempla el castillo que los duques de Albuquerque edificaron a inicios del XVI, y desde cuyos muros un cañón apunta al caserío: «La gente del pueblo y los señores no se miraban bien», sostiene el alcalde.

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