Diario de León

Una canguro que anda sobre dos ruedas

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No se falta a la verdad si se dice que Cadel Evans tiene fama, y hechos, de ser un ciclista y una persona especial. Ni bueno, ni malo, simplemente distinto. Esa ha sido una constante a lo largo de su carrera, de los equipos en los que ha estado, en los que no siempre se ha encontrado a gusto. La leyenda que siempre le ha acompañado cuenta que cuando tenía 11 años un caballo le pegó una coz y le dejó en coma varios días. Llegó al ciclismo de carretera desde el mountain-bike para ganar dinero.

Su carácter se forjó cuando vivió los diez primeros años de su vida en una comunidad aborigen del norte de Australia de 90 habitantes, sin televisión, sin radio, ni teléfono. Una vida simple.

Cuando corría en el equipo T-Mobile, en 2003 y 2004, se rompió la clavícula en tres ocasiones. Nunca pudo correr el Tour junto a Jan Ullrich. No tenía sitio en el equipo.

Si le hablan de Phil Anderson, el primer australiano que vistió de amarillo hace 30 años, rompe a reír: «Como voy a conocer a Anderson si entonces no tenía televisión en casa». En su país es un ídolo, aunque vive desde hace tiempo en Suiza, cerca de Mendrisio. Hace dos años publicó su autobiografía. Fue todo un acontecimiento y se vendió mucho. Recorrió buena parte del país para promocionarla. Hace tres años hicieron un documental sobre él, Amarillo para Cadel , rodado durante el Tour, cuando corría en el equipo Lotto, que también tuvo mucho éxito. En el BMC ha encontrado el ambiente que necesitaba, muy especial para un corredor como él. «Tengo la sensación de que perdí el tiempo tanto en el T-Mobile como en el Lotto».

Cadel Evans ha estado rodeado de un equipo muy sólido, pendiente en todo momento de él. George Hincapie es quien le llevaba en los momentos complicados en las etapas llanas.

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