Diario de León
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Protocolo a todo ritmo. El protocolo japonés funciona estos días a toda máquina para resolver los pequeños detalles de cómo acomodar a las personalidades que asistirán en Yokohama a la final del Mundial de fútbol, el próximo domingo. En medios diplomáticos occidentales de la capital circulaba la incógnita de si los invitados extranjeros estarían sentados a menor altura que el emperador japonés Akihito, si el asiento del monarca podría ser utilizado por otras personas para presenciar futuros encuentros y si sería él el encargado de entregar el trofeo al ganador. La problemática, aunque efímera a primera vista, encuentra su explicación en el carácter intocable que tradicionalmente ha tenido el emperador para el pueblo japonés. Hasta la derrota japonesa en la II Guerra Mundial, el emperador era considerado una divinidad y nadie le miraba a los ojos.

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