Diario de León

SEGUNDA DIVISIÓN B

La Cultural hace más placentera la siesta del domingo

La Cultural dejó escapar ayer en su terreno de juego dos puntos que pueden ser vitales cuando el calendario alcance el final de la Liga regular. El equipo leonés se mostró incapaz de pasar del empate ante el Real Ávila, un equ

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A. Caballero Redacción - LEÓN.
León

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Nació el partido con las premisas recogidas en el guión: el Real Ávila recogido atrás esperando la salida al contraataque y la Cultural empeñada en demostrar su papel de dominador. Pablo y Suárez anclaron el sistema y las líneas se juntaron para impedir que el balón saliese trenzado desde la defensa castellana. Como resultado, el Ávila insistió en el balón largo y en la dejadez del control para no lamentar llantos en la portería propia. Con estos parámetros el partido cayó en una abulia incontestable por ambas partes. La Cultural circulaba el balón sin mayor peligro, mientras que los abulenses entregaban todo el terreno sin reservas y se dejaban hacer. Parecía una especie de edificio al que el movimiento mínimo de un resorte hiciera caer inexorablemente. Pero los leoneses no daban con la pieza. La movilidad de Redondo entre líneas no encontraba la complementariedad de sus compañeros, más enquistados en una suerte de batalla de individualidades que en armonizar el conjunto. Sólo el posicionamiento de Ángel Luis en el centro del campo daba cierta coherencia, mientras el juego pedía noticias de Villafañe. Sin más novedad que cumplir el reglamento, el partido se iba al vestuario con la faria del presidente consumiéndose y la mitad de sus acompañantes recostando la cabeza en la balaustrada de un palco abarrotado de corbatas. La segunda entrega del folletín soporífero hizo amago de animar la trama con la rebeldía del abulense Lozano, que aprovechaba los espacios del sistema defensivo local. Sin más presencia que la del capitán visitante, acompañado por la sombra de unos interiores que jugaban con retrovisor, más obsesionados por defender que por rebasar la línea del centro del campo, la portería de Rubio sufrió los únicos acosos. Álvarez Tomé echó mano del manual de los recursos por el capítulo más popular: si faltan goles saco delanteros. Quitó a Ángel Luis, al que le habían perdonado la segunda tarjeta amarilla, y metió a Irazusta. El esquema apostaba por jugar con Redondo y el vasco en punta, y el enganche de Ibáñez desde la segunda llegada. Con la entrada de José Vega por Ivo, que retrasaba la posición de Casquero al lateral, el banquillo daba otra vuelta de tuerca y convertía el partido en la receta de: a más hombres de ataque, más oportunidades de gol. Y en estas, a la pizarra se le escapó la variable del suministro, dejando el centro del césped para la subasta al mejor postor y la rapiña de la anarquía. El Real Ávila, acomodado en el traje de secundario, se vio con posibilidades de arrastrar más renta que el empate para Castilla y abrió sus líneas, contribuyendo al caos organizativo. El concepto emocional se apoderó del partido y amenazó con despertar el marcador. Fue un espejismo. Al segundo aviso de descosido en el entramado defensivo abulense, que otorgaba espacios para el correcalles culturalista, Argenta reorganizó objetivos; no fuera a ser que la avaricia dejara sin premio la labor del resto del encuentro. Luego, sólo restó el alarde teatral de los leoneses en su busca sin brújula de la portería de Ramiro, jaleados por una grada a la que ayer ya se le intuyó cara de pañuelo blanco y voz de reproche.

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