Diario de León
Publicado por
Óscar Falagán
León

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Se vivía la última primavera de la década los 80. Estaba yo en sexto de EGB cuando la línea de salida de una etapa de la Vuelta fue puesta por primera vez en la Plaza Mayor de mi ciudad, La Bañeza. La canción que acompañaba las retransmisiones de TV ese año tenía una letra no muy apta para niños, pero cuando cogíamos nuestras bicis sonaba en nuestras cabezas aquel estribillo de ‘¡haz conmigo lo que quieras, nena!’ Aquel viernes de abril no tuvimos que ir al cole y mucha gente entró tarde a trabajar. A mi hermano, que estaba junto a mi padre viendo a los protagonistas antes de la salida, un ciclista del equipo Reynolds le puso su gorra en la cabeza (se la pusiera quién se la pusiera, en mi casa siempre se ha dicho que fue Perico Delgado). Mi hermano no pidió nada. Simplemente era un rubito de 7 años la mar de simpático y el ciclista en cuestión debió de pensar: ‘¡por salao, te ha tocao!’. De modo que le cayó del cielo lo que cualquiera de los niños un poco más mayores -que andábamos suplicando bidones, pegatinas, etc. con tal de tener algo de nuestros héroes- hubiéramos pagado con canicas, chapas, peonza y los dos duros de propina de los domingos. Lo de conseguir una gorra de algún titán de la bici… eso ya era un sueño, una maravilla. Y es que entonces los ciclistas no estaban obligados a llevar casco y lo que se había visto en sus cabezas desde décadas previas eran, viseras, cintas de pelo o, como mucho, chichoneras. En fin, el caso es que, gracias a mi hermanito, llegó a mis manos el fetiche de una gorra del equipo en el que corría Perico y luego, cuando me ponía yo esa visera, parecía que la cadena de mi bicicross iba más engrasada, las cuestas eran menos empinadas, las bajadas más aerodinámicas… Porque para mí esa era la gorra de Perico.

Cuando aquella etapa de la Vuelta salió en dirección a Béjar, existían indudablemente clubes ciclistas locales en La Bañeza, pero yo no tuve nunca bicicleta de carrera. Recuerdo que una vez tenía unas papeletas para el sorteo de una en el pequeño super donde mi madre hacía la compra y estuve poco menos que rezando a la Virgen de Castrotierra -cuyo santuario, por cierto, visitan cientos de bañezanos cada día 1 de mayo en ciclista romería- para pedirle que aquella montura fuese mía; pero se ve que la Señora de Castrotierra estaba más ocupada en traer lluvias a los campos o que prefería que jugase yo al balón imaginando regates de Butragueño, y no que anduviera corriendo peligros por las carreteras de la Valduerna imitando, amén de a Perico, a Anselmo Fuerte, Álvaro Pino, Marino Lejarreta… Estaban ellos en aquella línea de salida de un 28 de abril de 1989: Fuerte era uno de los escuderos de Pino en el BH, Lejarreta el líder del Caja Rural, y Perico… Perico era Perico. Todavía no había llegado el momento en el que nacería en mí una reverencia suprema hacia un grandullón llamado Indurain, una joven promesa que venía de ganar la Paris-Niza, pero que pasaba desapercibido aquella mañana para la mayoría de los niños. Buscaban nuestras miradas a Álvaro Pino, y por supuesto a Perico, campeón del último Tour.

La Vuelta sale hoy por segunda vez en la historia de La Bañeza, localidad de siempre amante de las carreras. En esta ocasión la etapa se dirige a Íscar. Esta circunstancia me hace venir una ocurrencia. Dado que el casco de Ángel Nieto es en bañezanos barrios más famoso que la gorra de Perico y que el legendario piloto ganó la carrera del circuito motociclista el año antes de ganar su primer mundial, surgió el popular dicho de que ‘para ser campeón del mundo, antes hay que ganar en La Bañeza’. Comprobemos ahora si ‘para ganar la Vuelta hay que salir vestido de rojo de La Bañeza’. Bromas aparte, ¡qué bonito que ese maillot rojo de la Vuelta vaya a pasearse por la ciudad en la que nací!

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