Diario de León

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Spantik: aventura contra el tiempo

Estábamos tan concentrados en nuestra aventura, que hasta que no aterrizamos en España, no nos dimos cuenta de lo delgados que nos habíamos quedado. Y es que organizar una expedición de montaña por el Karako

Emilio Valdés hace un alto durante la tarea de una de las jornadas

Emilio Valdés hace un alto durante la tarea de una de las jornadas

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León

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La nuestra quedó compuesta por tres alpinistas leoneses: Javier Rivas, Roberto de Paz y el que escribe y un amigo catalán llamado Jordi Admetlla. Nuestro objetivo es escalar el Pico Spantik de 7.027 metros de altura y situado en la Cordillera del Karakorum, en Pakistan. Como no contamos con ninguna ayuda, salvo la de Caja España y Foto Luque, compartimos permiso de ascensión y gastos hasta el campo base, con otro grupo de españoles que tienen el mismo objetivo. Juntos partiremos del aeropuerto de Barajas el 25 de Julio. Salir del avión en Islamabad, capital de Pakistan, es como entrar vestido y de golpe en una sauna. Calor, armas y lluvia nos dan la bienvenida. Pakistan es uno de esos países donde parece que no hay mujeres y donde todos los hombres tienen barba o bigote. Con un poco de cuidado, pudimos deambular por las calles de Islamabad y Rawalpindi sin problemas. Despues del 11 de Sepiembre no hay turistas y fuimos recibidos con hospitalidad, sin el agobio típico de otros países musulmanes. La Cordillera del Karakorum se encuentra al Norte del país y es una de las más agrestes y accidentadas del planeta. Su extensión, que era desconocida hasta principios del siglo XX, es de 500 km de largo por 200 km de ancho, algo así como tres Pirineos puestos en paralelo. Los glaciares de montaña más extensos del mundo se encuentran aquí y también 50 de las 100 montañas más altas de la tierra, entre ellas el mítico K2. Karakorum, que significa « piedras negras», es actualmente el paraiso de los alpinistas, pero desde hace tiempo llamó la atención de los viajeros. Marco Polo ya describió los misterios que rodeaban sus abismos y se cree que el primer europeo en adentrarse, fue el Jesuita Desideri en 1714. Antes de salir de Islamabad, hay que comprometerse a cumplir las normativas que el gobierno pakistaní obliga a las expediciones. Para cerciorarse de que se cumple la legalidad, el Ministerio de Turismo nombra un «oficial de enlace» que acompaña y supervisa todas las actividades de la expedición. Una especie de Delegado del Gobierno particular y con mala fama. Afortunadamente, el nuestro fue buena persona. Despues de cargar el equipo en un minibus, partimos hacia Skardu a través de la mítica «Autopista» del Karakorum. Skardu es el punto de partida y llegada de casi todas las expediciones, una de ellas la de Juanito Oiarzabal y Al Filo, que ya volvian. Hablando con él, nos hizo sin querer una sentencia: Creo que es un poco tarde. Este mes los glaciares estan ya muy abiertos... Hasta nuestro motel llegan los primeros porteadores que quieren que nuestro shirdar (jefe de porteadores) les contrate. Un porteador es un trabajador muy sacrificado. Por unos 3 euros diarios, cargarán 25 kilos de material hasta el campo base. Llevan una vida muy dura durmiendo bajo la lluvia con solo una manta, cociendo los chapatis -torta de harina y agua- encima de una losa o bebiendo directamente el agua marrón del río. Cada expedición tiene la obligación de proporcionarles calzado, calcetines y gafas de sol para atravesar el hielo del glaciar, pero ellos procuran no utilizarlo para venderlo después. Nosotros necesitaremos 65 porteadores. El Spantik se encuentra en la cabecera del glaciar Chogo Lungma, y para llegar hemos de subir en jeeps una impresionante pista de montaña. La experiencia es brutal, como si intentásemos hacer en todoterreno la Ruta del Cares. El resultado da una idea de la experiencia: avalanchas de piedras, rueda reventada, puente colgante roto y un jeep destrozado al volcar en una de las cuestas. A partir de aquí, remontaremos andando los 45 km del glaciar a través de un laberinto de grietas. El emplazamiento del campo base quedaría a 4100 m en la confluencia de otros cuatro glaciares más pequeños y altos. Cuando los porteadores se marchan corriendo, después de cobrar su sueldo, nos quedamos solos y lloviendo en la mitad de este gigantesco anfiteatro helado. Rodeados de montañas de 6000 y 7000 metros, nuestras tiendas son pequeños puntos de color apenas visibles entre los bloques de hielo. Spantik significa «pequeño jardín» y en sus laderas hay cientos de edelweis, la flor de los montañeros. Una vez que ganas altura, adquiere una silueta impresionante; es el típico triangulo con el que un niño dibujaría una montaña. Por una de sus afiladas aristas, discurre nuestra ruta. El resto fue una lucha contra las nevadas y el continuo mal tiempo, contra las sobrecargadas mochilas y las grietas recien tapadas por la nieve. Y muchas horas esperando una mejoría dentro de las tiendas. Como habíamos decidido no utilizar guía ni porteadores de altura, nos vimos obligados a cargar con todo. Para compensar, cuando el sol hizo acto de presencia, pudimos admirar uno de los paisajes más sobrecogedores del planeta. Cientos de afiladas montañas, algunas todavía sin ascender, delante de nuestros ojos. Hasta donde se pierde la vista. Se llaman campos de altura, a los lugares donde se instalan las tiendas a lo largo de una montaña. Nuestro último campo se montó a 6150 m, en una pequeña repisa con toda la arista que habíamos ascendido a nuestros pies. La cima, a una sola jornada. Pero ya no tuvimos tiempo de intentar la cumbre. Nuestros amigos en León habian acertado en sus mensajes a nuestro teléfono via satélite: «tiempo chungo todo Karakorum».

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