Diario de León

Valero: la primera gran crisis de Laporta

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ÁLEX SANTOS
León

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EL PRESIDENTE del Barcelona, Joan Laporta, no imaginaba que un día en el que volvió a erigirse en estrella mediática, en una nueva jornada de baño de multitudes, tendría que afrontar una crisis del calibre del adiós de uno de los símbolos vivos de la entidad, Valero Rivera, el técnico de la sección de balonmano. Tras una mañana repleta de éxito, en la que el barcelonismo futbolístico descubría sensibilidades escondidas, después de que los profesionales del primer equipo participasen junto a quinientos niños en un 'clínic' en el Miniestadi, la entidad se reservaba para las 14:00 horas una noticia de las llamadas «bomba». Después de seis meses al frente del Barcelona, Joan Laporta había lidiado con asuntos espinosos y difíciles de digerir, pero como ha reconocido en cuantas entrevistas ha concedido en las últimas semanas, la satisfacción supera de largo la amargura vivida en algunas jornadas de presidencia. Ayer, el Barcelona había experimentado un acto que llevaba planificando desde hacía semanas: que los jugadores del primer equipo de fútbol, quienes en su opinión forman parte del activo emocional del club, participasen junto a los aficionados más pequeños en una jornada de entrenamiento integrado. Laporta, desde el palco del coqueto estadio barcelonista (Minestadi), levantaba las primeras pasiones, pues ha quedado claro desde hace unos meses que Ronaldinho es mediático, pero no lo es menos su presidente, quien despierta entusiasmos allá por donde se mueve. Este mediodía, con paciencia infinita, no paró de firmar autógrafos hasta que el último niño le entregó su papel y bolígrafo. Al sonriente Laporta, que hoy debía iniciar sus vacaciones, se le cayó el mundo encima cuando un colaborador suyo le susurró al oído que Valero Rivera había pedido audiencia. Así se le presentaba, después de un idílico día con la base asociativa de la entidad, la primera crisis de su mandato. Se trataba de canalizar de la forma menos traumática posible el adiós del gran técnico del Barcelona, Valero Rivera, treinta y siete años en la entidad y 69 títulos en su zurrón. Como si fuese un trabajo ya manido y con una experiencia fuera de toda duda, Laporta abordó el caso como si se tratase de una cuestión de estado. El mejor escenario para la representación del acto era la zona noble del Camp Nou y allí que convocó el Barca a toda la prensa y a todos cuantos quisieran estar al lado del técnico, que no fueron pocos. Con puntualidad extraña en Laporta, el séquito apareció por una de las dos puertas que dan a la tribuna y descendieron hasta entrar en uno de los despachos. A continuación, Valero Rivera, haciendo gala de su condición de líder, como así le reconoció hace unos años un estudio de IESE de Barcelona, afrontó la cuestión con valentía. Capitalizó en exclusiva su adiós, evitó en todo momento, y consiguió, que los cimientos de la entidad se estremecieran con la onda expansiva que iba a provocar su anunció de adiós. Reiteró por activa y pasiva el placer inmerso que le ha producido trabajar en el Barcelona y para el Barca y el agradecimiento infinito para todos los ex presidentes, mención aparte para su

José Luis Núñez y para Joan Laporta. El actual mandatario, que había dispuesto de toda la maquinaria del club para mitigar el terremoto que podría haber provocado el adiós de Valero Rivera, respiró hondo cuando oyó la exposición del aún entrenador barcelonista. En las lágrimas sentidas de Rivera, el momento subió de tono y Laporta le tomó del brazo. Finalizada la escenificación, Laporta abandonó primero la sala, seguido de uno de sus vicepresidentes, Alfons Godall, con la cara un tanto desencajada, pensando quizá que alguien le pueda recordar que en su mandato cayó uno de los símbolos más exquisitos que construyó el nuñismo. Valero, por si las moscas, se encargó minutos antes de evitar que esta idea arraigue en el barcelonismo. El técnico, muy emocionado durante toda su comparecencia ante los medios de comunicación, explicó que su decisión había sido muy meditada a pesar de las últimas derrotas ante el Fotex Vezprem, en la Copa de Europa, y ante el Ciudad Real, en la Copa Asobal. «Es una decisión muy importante porque toda mi vida he estado en el Barça. Me pusieron como entrenador por cinco meses y desde aquel contrato hasta ahora», recordó. Con lágrimas en los ojos insistió en que se trata de un adiós muy pensado. «Hace muchos meses que pienso esto; es una decisión que hacía tiempo que venía madurando porque quería acabar como un señor».
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