Valverde infarta la Vuelta
Zabriskie gana una etapa marcada por la temprana caída del líder del Comunidad Valenciana
Las etapas tranquilas en el mundo del ciclismo suelen resultar traicioneras. Camino de Caravaca de la Cruz, en Murcia, Alejandro Valverde estuvo a punto de convertir una jornada festiva en su tierra en todo un drama, no sólo para él, sino para la Vuelta a España. Esta carrera sin Valverde, sobreviviría, por supuesto, pero sería otra cosa. Se llevaban recorridos siete kilómetros cuando el corredor de Las Lumbreas se cayó. Salió por encima de la bicicleta. Las consecuencias fueron que Valverde quedó como un nazareno, lleno de magulladuras en la espalda, donde tiene una contusión muy fuerte, en las dos rodillas, los golpes más preocupantes y erosiones por todo el cuerpo. Se tuvo que cambiar de maillot, lo tenía roto y lleno de sangre, y la rueda de su bicicleta estaba doblada. Quienes estaban al lado de él dicen que además de la espectacularidad de la caída, el susto que se llevó el corredor resultó importante. Valverde tardó en levantarse. Le esperó todo su equipo. En un principio se pensaba que era algo grave. El pelotón enmudeció. Alejandro Valverde comenzó en ese momento un vía crucis de 158 kilómetros, un dolorosa marcha, hasta llegar a Caravaca, donde su equipo, el Comunidad Valenciana, tenía otros planes para él: pensaban en que llegase vestido de amarillo. La oportunidad se les escapó en Xorret de Catí, pero lo peor estaba por llegar, con esa caída, cuyas consecuencias veremos en los próximos días, pensando en esa etapa del jueves con final en Calar Alto y tres puertos. Lloros en el Kelme Valverde no logró este martes ningún triunfo, no levantó los brazos, pero de lo que tuvo que pasar también podemos sacar conclusiones importantes. Tiene carácter, mucho carácter, el que sólo atesoran los campeones. Estuvo a punto de bajarse de la bicicleta en un par de ocasiones, pero aguantó, por dignidad, por sus compañeros y por la gente, miles de personas que le esperaban en la meta. Mentalmente demostró mucha fortaleza. Lo fácil hubiese sido bajarse para alguien como él que tiene la temporada solucionada. Sin Valverde, la Vuelta se hubiera quedado huérfana. El golpe habría sido demasiado duro, a la espera de lo que diga su cuerpo, que será quien decida si puede seguir en carrera. Zabriskie, a lo suyo El pelotón se paralizó, acabó por ralentizar la marcha de una forma llamativa. Alejandro Valverde, además de ser un gran ciclista, es un chaval al que no se le han subido los humos, que cae bien el colectivo. Los directores de la mayoría de los equipos, sobre todo de los fuertes, pidieron que se fuese lento, lo más posible, no sólo por el corredor, sino por la carrera. Roberto Heras no dudó cuando le preguntaron por lo sucedido: «No me gustan las desgracias ajenas y no le deseo mal a nadie. Manolo (su director) nos dijo por los auriculares que ralentizásemos la marcha. He hablado con Valverde en carrera y me ha dicho que estaba mejor». Valverde se fue hasta Almería en el autobús de su equipo para hacerse unas placas en el hospital de Torre Cárdenas. En una primera exploración no tenía nada roto, pero si muchos golpes. Esa caída de Valverde le permitiría al americano David Zabriskie conseguir una diferencia apreciable que le serviría para entrar como ganador, después de una escapada de 163,8 kilómetros. Había atacado en el kilómetro dos de la etapa, antes de la caída de Valverde. Ningún equipo se puso a trabajar. Al que no le preocupó nada lo que paso fue al US Postal, que no le dijo a Zabriskie que aminorase algo la marcha para no coger una minutada aprovechándose de las circunstancias.