Diario de León

CHINA

El asedio de Wukan, un pueblo rebelde contra el régimen comunista

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EFE

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La población de Wukan, un pequeño pueblo de 20.000 habitantes en el sur de China, protagoniza desde hace años una modesta rebelión contra las autoridades en protesta por la expropiación ilegal de tierras y la corrupción, un conflicto que se ha recrudecido esta semana hasta convertirse en un auténtico asedio.

La situación recuerda a la de una guerra medieval: los habitantes de la ciudad han echado a los líderes comunistas locales, han bloqueado con troncos y otros grandes objetos los accesos por carretera, y unos kilómetros más adelante la policía ha colocado también alambradas, intentando cortar el suministro de alimentos.

Los habitantes de Wukan, que han podido lograr alimentos "clandestinamente" de otros pueblos, se han armado con lanzas caseras fabricadas con palos de bambú y esperan el embate de las autoridades, que hoy han asegurado a través de la agencia oficial China News que habrá duros castigos a los líderes de la rebelión.

Esta dantesca estampa tiene su origen en un conflicto de tierras que se prolonga desde hace años en el lugar, cuyos habitantes aseguran que han perdido decenas de hectáreas expropiadas por las autoridades.

Desde septiembre, las protestas se han recrudecido con manifestaciones, sentadas masivas y hasta enfrentamientos violentos con los lugareños, que llegaron a destrozar vehículos policiales y edificios del gobierno local.

Pero la gota que colmó el vaso fue la muerte de Xue Jinbo, un carnicero de Wukan que había sido designado por sus vecinos como uno de los representantes de la protesta para negociar con las autoridades.

Xue murió dos días después de ser detenido por la policía, en circunstancias muy extrañas: la prensa oficial y las autoridades aseguran que falleció de un infarto, en un hecho "desafortunado", mientras que familiares del líder local aseguran que presentaba señales de tortura, como dedos y rodillas rotas y sangre en la cara.

La muerte del líder -algo que es tristemente frecuente en este tipo de incidentes en China- ha añadido tensión y violencia a las protestas de Wukan, que la censura del país se ha apresurado a borrar en los medios, pero que sin embargo han llegado a la prensa internacional, aunque a muchos reporteros que intentan llegar al pueblo las autoridades les han impedido el acceso.

El caso de Wukan, especial por el inédito desafío que los lugareños han mostrado hacia las autoridades y por su larga duración, es sin embargo uno más de los miles de enfrentamientos sociales que cada año hay en China, aunque los medios apenas presten atención a una decena de ellos. Según las propias estadísticas oficiales chinas, en el país asiático, segunda economía mundial, hay al año unos 180.000 "incidentes sociales", y se calcula que un 65 por ciento se deben a expropiaciones ilegales para enriquecer las arcas municipales.

Conflictos laborales y protestas por contaminación medioambiental también son muy frecuentes en el país, y aunque en general estas manifestaciones no tienen tintes políticos, en el caso de Wukan los vecinos han pedido elegir democráticamente a nuevos líderes, tras la expulsión de los jefes comunistas locales.

La razón de estas protestas, según los sociólogos, es la frustración de algunos colectivos olvidados, como los campesinos, por el rápido desarrollo económico chino, que ha aumentado la diferencia entre ricos y pobres y entre regiones más y menos desarrolladas.

En el caso de las protestas contra las expropiaciones, muchos municipios -que a veces están fuertemente endeudados- buscan un rápido enriquecimiento a través de la construcción de urbanizaciones de lujo, campos de golf y otras instalaciones para la clase alta, muchas veces sin arreglo a la ley y tras recibir sobornos, lo que produce masivas protestas.

El Gobierno chino ha prometido este año una campaña contra los campos de golf y otras construcciones ilegales, pero gente como los humildes pobladores de Wukan han decidido que no pueden esperar más: ha llegado el momento de "armarse", y resistir el asedio de la policía comunista.

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