Diario de León

Europa advierte de la pérdida de credibilidad si el Ceta se trunca

La región de Valonia bloquea el tratado de libre comercio que debería firmarse con Canadá.

Hollande llega a la cumbre en la que trataron de convencer a Valonia de los beneficios del Ceta. O. H.

Hollande llega a la cumbre en la que trataron de convencer a Valonia de los beneficios del Ceta. O. H.

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adolfo lorente | bruselas

Horas y horas de cumbres comunitarias dan para mucho. Ayer, el ambicioso acuerdo de libre comercio que la semana que viene tendrían que firmar la UE y Canadá (Ceta) saltó por los aires por el veto de una pequeña región de 3,5 millones, la francófona Valonia. Han tirado tanto y tanto de la cuerda, que la otra parte, obviamente, se ha hartado y se ha levantado de la mesa. Canadá dijo basta a media tarde de ayer. Los líderes de Valonia, quizá superados por lo que estaba pasando, matizaron que sólo pedían más tiempo, y la UE, acostumbrada al abismo, insitió en que aún es posible salvar el acuerdo.

El acuerdo, negociado durante siete años y que beneficiaría a las empresas de un bloque de 500 millones de europeos y 35 de canadienses gracias a la reducción del 99% de las tarifas arancelarias, empezó a resquebrajarse hace unos días pero ha sido en las últimos horas cuando todo se ha precipitado, con motivo de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno celebrada el jueves y el viernes en la capital comunitaria. De hecho, decenas de diplomáticos se pasaron toda la noche trabajando para intentar convencer a Valonia. El problema es que el Gobierno federal de Bélgica no puede dar su ok sin el plácet de sus gobiernos regionales y sin el beneplácito de los 28 Estados miembros, no hay nada que hacer. Lo paradójico es que más de la mitad del país (zona flamenca) sí está a favor. Así que son 27 y medio contra medio.

Los avances se venían produciendo pero visto que el ministro-presidente de Valonia, el socialista Paul Magnette, no cedía, el Consejo Europeo aceptó pedir el jueves por la tarde a la ministra de Comercio canadiense que viajase hasta Namur, capital valona, para convencer al Parlamento de que no son un ogro. Dicho y hecho.

Visiblemente afectada, Chyrstia Freeland lamentó que «es evidente que la UE ahora no es capaz de firmar un acuerdo internacional ni siquiera con un país que tiene valores tan europeos como Canadá, con un país tan amable y paciente como Canadá. Hemos decidido volvernos a casa», zanjó antes de confesar que «estoy muy triste porque es una cuestión emocional para mí».

No obstante, Magnette confesó que ya han despejado su preocupación con las exportaciones agrícolas, pero que siguen recelosos de los tribunales de arbitraje para resolver disputas entre empresas extranjeras y los gobiernos nacionales. Los diputados valones tampoco se fían del valor legal de la declaración adjunta y de que las empresas estadounidenses puedan usar filiales canadienses para aprovecharse del acuerdo. Sólo ellos. Los otros 27,5 Estados sí lo hacen.

Tirando de ironía

El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, tiró de ironía para censurar lo absurdo de la situación: «Me quedo sin palabras, sorprendido, por el hecho de que cuando concluimos un acuerdo comercial con Vietnam, mundialmente conocido por aplicar todos los principios democráticos, nadie levanta la voz. Pero si cerramos un acuerdo con Canadá, que es una dictadura, todo el mundo nos dice que no respetamos los derechos humanos».

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