«Made in» Berlusconi

Ahora me arrimo a la pared, ahora miro el reloj. No, voy a cojear un poco, o mejor incluso, a atusarme para emular a Marco Aurelio... ¿Qué se le pasaría por la cabeza al primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, durante la larga hora que estuvo plantado de pie para recibir a todos los líderes europeos?. Bastantes cosas, sin duda. Pero si algo hizo fue regalar a los periodistas gestos y comentarios que definen por sí mismos cuál es el estilo que ahora pega más fuerte en la Unión Europea La presidencia italiana se encargó a fondo de ponerle un cuño propio a su semestre. Empezó por abrir en Bruselas una gran exposición sobre Tiziano y por patrocinar el jamón de Parma. Continuó llenando el edificio del Consejo Europeo con reproducciones de los frescos de la Capilla Sixtina y estatuas del imperio romano. «¡Por favor, la chaqueta!», espetó a su homólogo danés, Fogh Rasmussen, invitándole a abrochársela. Y acto seguido le narró con gran gesticulación como la noche anterior se cayó por una escalera, lesionándose un brazo y una pierna. «No pude dormir en toda la noche del dolor», abundaba Il cavalieri ante Chirac. «Ha sido un atentado», bromeaba a los periodistas. Llegó Blair, y Berlusconi continuó con la milonga de su caída. A Schröder, lo mismo, pero éste no se distrajo con el italiano ni cinco segundos. Aznar, en cambio, le espetó nada más llegar una contundente palmada en el brazo a Berlusconi, que a éste se le puso cara de estreñimiento. Claro que Aznar pareció olvidar la aspereza castellana. Siguiendo el ejemplo de Schröder y Chirac, un periodista le preguntó si delegaría en Polonia la defensa de los intereses españoles, en aras de la agrupación de voces. Y el de Moncloa replicó: «¿Qué quiere, hacer un coro?».