Diario de León
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Miguel Murado - especial | la coruña
León

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Ocho dólares. Este es el cálculo que hacen los expertos cuando se les pregunta cuánto del precio actual del barril de petróleo se debe a los temores que despierta el terrorismo. Ocho dólares es, pues, el precio del miedo del mercado. Un miedo y un precio inflacionistas que, posiblemente, aumenten después del ataque de ayer en el complejo petrolero saudí de Jobar. Sobre todo considerando que no es el primero. Se trata ya del segundo atentado importante contra una instalación de este tipo en mayo y hace el número once de los asaltos que ha sufrido el reino saudí en el último año. Las autoridades aseguraban hace poco tener controlada la situación y haber detenido o abatido ya a ocho de los 26 terroristas más buscados del país, pero salta a la vista que los restantes dieciocho siguen libres. O puede que, como piensa todo el mundo, sean bastante más de 18. Muchos más, en realidad miles. Siempre ha sido así. El propio Osama Bin Laden es un producto, más que la causa, de esta permanente tensión entre los dos rigorismos opuestos: el de la familia gobernante, vagamente prooccidental, y el de buena parte del pueblo, claramente xenófobo. La guerra global contra el terrorismo no ha hecho sino exacerbar esa tensión, fortaleciendo, paradójicamente, ambos extremos. Es la pequeña clase media aperturista saudí la que ha salido perdiendo con todo esto, confundida con los yihadistas en la misma represión desatada por las autoridades en los últimos meses. Mientras tanto, a nadie se le escapa el por qué de esta campaña dirigida contra la industria del crudo: no sólo es la sangre que recorre el cuerpo de la economía mundial, también es el líquido sobre el que flota un régimen al que los islamistas les encantaría derrocar. Respecto a si pueden hacerlo o no, la opinión generalizada es que aunque acciones como la de ayer lo hagan tambalearse, la argamasa de religión, corrupción, y fidelidad de clan parecen por el momento lo bastante sólidas en este país cuyo nombre, significativamente, es el de una única familia, los Saud. Lo que teme la familia Saud El verdadero temor del Gobierno saudí y de la economía mundial es más bien un ataque puntual de grandes proporciones que pudiese paralizar una parte de la producción durante algunas semanas y que podría conducir a una recesión mundial, una hipótesis explicada recientemente con un detalle casi sospechoso por Robert Baer en el libro Sleeping with the enemy. Según Baer, basta-ría lanzar contra Ras Tanura un barco lleno de explosivos, como el que dañó al Cole en Yemen en el 2000, para paralizar durante semanas la exportación de ese puerto, la mayor del mundo. Hace no mucho un asesor gubernamental saudí, Nawaf Obeid, consideraba que algo así era «altamente improbable», recordando que las instalaciones petroleras están protegidas por un ejército de más de 30.000 guardias privados, sofisticados sistemas de alerta que incluyen radares y aviones. La familia Saud se gasta, tan sólo en la seguridad de esas instalaciones, más de 5.000 millones de dólares. Ataques como el de ayer, sin embargo, parecen poner en cuestión hasta qué punto la seguridad es tan sólo una cuestión

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