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Una noche con la tele pro Bush

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?a América que cada noche se sienta frente al televisor se podría dividir en dos. De un lado, los que no tienen pasta para abonarse a una plataforma digital. Éstos se tienen que conformar con un puñado de canales locales que programan películas antiguas, series en cantidad y unos informativos que priman los sucesos y apenas dejan unos minutos para la política nacional. La tele por cable es otra cosa: deportes en directo, cine de estreno, documentales de nivel y shows nocturnos po-lítico-festivos. En esta última especialidad, la carrera de las audiencias la lidera Fox News, buque insignia del conglomerado mediático de Rupert Murdoch. Y dentro de la ultraconservadora cadena, el pope es Bill O'Rilley, un sesentón que hace cuatro años le comió la tostada a su rival, Larry King y logró el hito de poner a la Fox por delante de la CNN. Es jueves por la noche y el menú de hoy en El factor O'Rilley promete. El primer invitado es un profesor de la Universidad de Filadelfia que viene a advertir sobre el posible pucherazo electoral. El reverendo Jesse Jackson acaba de denunciar que en Florida la depuración del censo está discriminando a los votantes negros. «No me lo puedo creer -exclama O'Reilley-¿Ya han empezado con esto? Con Gore al menos esperaron hasta el día después... ¿Cuál es el problema, hijo? ¿Qué ha habido un huracán y alguna gente ha sido desplazada de su barrio? ¿Vamos a suspender las elecciones por un huracán en Florida?». El profesor rebate como puede, tartamudea, encaja las bromas del presentador e intenta no quedar como un bobo. En cinco minutos O'Rilley ha despachado a su primera víctima. En la segunda parte, el presentador tiene a un auténtico mihura, pero no para cornearle a él. Se trata de la polémica columnista Ann Coulter, que viene a presentar su libro Cómo hablarle a un liberal . Considerada la Michael Moore de los republicanos, Coulter, treinta y muchos, rubia oxigenadísima, se hizo famosa hace un par de años, cuando la conservadora revista National Review tomó la decisión de despedirla a raiz de una columna en la que opinaba que la respuesta de Bush a los ataques del 11-S debía ser «invadir los países árabes, matar a sus líderes y convertirlos al cristianismo». Para Ann, O'Rilley tiene más tiempo que para el informático y sus votos robados. «Como icono del ala ultrade-rechista de la política norte-americana, ¿cómo te sientan las críticas? Te diré que a mí, que también estoy situado por todos los izquierdistas en esa derecha extrema, a veces llegan a dolerme», se confiesa el presentador. «Me dan fuerzas, Bill. Porque yo no siento que esté en el extremo de nada. Es la sociedad americana la que está escorada hacia la izquierda radical, cada vez más», responde Coulter, antes de ad-vertir de que si gana Kerry se irá a vivir fuera de Manhattan. «Los ataques terroristas serán constantes y yo no me quedaré aquí para comprobarlo».

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