Diario de León

| Análisis | Cuarto aniversario del 11-S |

¿Qué fue de la lucha antiterrorista?

Cuatro años después de los atentados en Estados Unidos, la guerra contra el terrorismo parece alejarse cada vez más de sus objetivos iniciales

Publicado por
Miguel Murado
León

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Finalmente, una cadena de televisión norteamericana se ha atrevido a hacer un docu-mental en el que unos actores representan la tragedia del cuarto avión del 11-S, el que se estrelló en Pensilvania antes de que los secuestradores alcanzaran su objetivo. Esta tímida introducción de la ficción en una materia que era hasta hace poco tabú para los guionistas quizá indique un cambio en la relación que los norteamericanos mantienen con un gran trauma nacional. Quizá se deba a que han pasado ya cuatro años; pero también, quizá, a que la lucha contra el terrorismo que empezó entonces ha seguido un derrotero tan poco relacionado con el 11-S que éste han quedado relegado a un hecho singular e inexplicable. Hace cuatro años se aseguraba que el 11-S marcaba el inicio de una campaña intensiva de ataques espectaculares contra Norteamérica, orquestada por una extensa organización piramidal con base en Afganistán (Al Qaeda), en colaboración con estados incontrolables (Irak, Corea del Norte, Irán). Cuatro años después, en cambio, todo apunta a que el 11-S fue la obra de una minúscula organización suicida sin estrategia a largo plazo y posiblemente sin relación con ningún otro grupo o país. La guerra como estrategia A pesar de ello, la lógica de entonces ha seguido guiando todo el proceso de la guerra contra el terrorismo. Ésta ha consistido en intervenciones militares cada vez más discutidas: la de Afganistán resultó relativamente fácil, la de Irak se hundió en el caos. Más tarde, el descubrimiento de que el régimen de Sadam no disponía de armas de destrucción masiva (la razón aducida para la guerra) acabó por deslegitimar una estrategia pensada para continuar con los demás países potencialmente peligrosos. En todo caso, era una estrategia que, como luego mostraría Corea del Norte, tenía ya sus propios límites. Esto ha obligado a la Admi-nistración norteamericana, en la práctica, a sustituir la guerra contra el terrorismo por unos objetivos nuevos que poco tienen que ver con aquélla. El principal es la creación de un régimen democrático en Irak que sirva de catalizador para una transformación de todo Oriente Medio. Pero tampoco esto está resultando. Washington ha logrado al-gunos éxitos políticos, como la relativa neutralidad de la población chií, el apoyo de los kurdos y la confección de una Constitución (con sus virtudes y defectos), pero la violencia que vive el país y el desprestigio generalizado de Estados Unidos parecen superar con mucho esos logros. Mientras tanto, el terrorismo ha vuelto a golpear; pero tampoco ha sido en Estados Unidos, como se pronosticaba hace cuatro años, sino en otros lugares (en Madrid, en Londres). El hecho de que estos nuevos atentados catastróficos se hayan producido más de dos años después del 11-S hace que muchos piensen que son en parte consecuencia de la propia guerra de Irak. De hecho, empieza a abrirse paso la sospecha de que Al Qaeda no sea más que una «franquicia» a la que la propia guerra contra el terrorismo ha convertido en moda, un fenómeno de imitación. Por si fuera poco, los atentados de Londres este año, en los que los terroristas resultaron ser jóvenes británicos educados en una sociedad democrática, han hecho de la transformación de Irak y Oriente Medio parezca todavía más irrelevante. Pocos lo hubieran imagina-do cuatro años atrás, cuando se anunció que comenzaba una nueva forma de guerra. Pocos habrán imaginado que se parecería tanto a las demás guerras y que acabaría resultando tan poco útil como la mayor parte de ellas.

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