Diario de León

| Reportaje | La Intifada de París |

Los amotinados de la «rap-ública»

Son jóvenes, inmigrantes de segunda generación norteafricanas y negras, hacinados sin trabajo ni formación que han creado un estado paralelo de cultura hip-hop, música rap y fe musulmana

Un joven de un suburbio de París muestra su camiseta con la palabra Stop pintada a la espalda

Un joven de un suburbio de París muestra su camiseta con la palabra Stop pintada a la espalda

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Fernando Iturribarría - parís
León

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Son jóvenes, inmigrantes de segunda generación, pertenecientes a las minorías norteafricanas y negras, hacinados sin trabajo ni formación en las moles de hormigón construidas en los años 70 en torno a las grandes urbes francesas, convertidas hoy en guetos étnicos donde imperan la ley de los traficantes y la economía sumergida. Los amotinados de la ra-pública , estado paralelo de cultura hip-hop, música rap y fe musulmana, protagonizan desde hace diez días una intifida suburbial que lapida los principios fundacionales de la República oficial, resumidos en la divisa libertad-igualdad-fraternidad. No arde París sino la cara deliberadamente ocultada de sus arrabales más desfavorecidos, feudo de los proscritos de la igualdad de oportunidades. Es el Mayo del 93, número del departamento de Seine-Saint Denis, teatro principal de la kale borroka a la francesa. En esta demarcación al nordeste de París viven 1,4 millones de habitantes de 80 nacionalidades diferentes con una tasa de paro del 14%, cuatro puntos superior a la media nacional. La mitad de sus 116 colegios está catalagada en zona pedagógica especial y la cuarta parte del presupuesto del departamento se consagra al pago del salario social a 48.000 beneficiarios. Cinco millones de habitantes viven en las 751 zonas urbanas sensibles censadas en Francia, frente a las 200 existentes en los años 90, en las que el desempleo ronda el 20% de la población activa. «La lista de las ciudades en las que la tasa de paro es más elevada incluye precisamente las localidades donde los vehículos han ardido estas últimas noches», constata el sociólogo Hugues Lagrange, para quien los disturbios revelan «un divorcio profundo y un movimiento de segregación de poblaciones procedentes de la inmigración africana». Inmigración sin control Alexis Brézet, editorialista del diario conservador Le Figaro , opina que Francia sufre las consecuencias de una política de inmigración sin control. «Al abrir en 1974 las compuertas de la inmigración familiar que luego dejaron transformarse en inmigración de detentores de derecho a subsidios y prestaciones sociales, los gobiernos sucesivos han creado las condiciones de la saturación de los mecanismos de integración», escribe. La descomposición del modelo francés de integración ha sacrificado a franjas juveniles condenadas al paro, la exclusión o la precariedad, observa el sociólogo Michel Wieviorka. «Inseguridad social, crisis de las instituciones republicanas incapaces de respetar las promesas de su orgullosa divisa y racismo o islamofobia, incluso en el seno de las fuerzas del orden: éste es el contexto del que se alimentan tanto la delincuencia de algunos como la violencia cargada de rabia y desesperanza, de muchos otros», analiza. Directamente confrontados a diario al funcionamiento de las bombas de relojería, los alcaldes de los enclaves sensibles suelen ofrecer discursos impregnados de realismo a veces contradictorios con sus referencias ideológicas. Es el caso del socialista Manuel Valls, que no se muerde la lengua al admitir que «pagamos 30 años de segregación social, territorial y étnica: un verdadero apartheid» . Alcalde de Evry, donde hay suburbios con cerca del 40% de paro juvenil, este político nacido hace 43 años en Barcelona apunta que hay escuelas en esos barrios con un 90% de alumnos de origen magrebí. «Prisioneros de sus guetos, tienen la impresión de que nada puede cambiar. El que sale adelante es el que trapichea y el ascensor social pasa por la prisión», expone. Islamismo A su correligionario Jean Marie Bockel, regidor de Mulhouse (112.000 habitantes y casi un centenar de nacionalidades diferentes) le llaman la atención dos cosas: «La economía paralela en torno a la droga, que tiende a reforzarse e instalarse duraderamente, y el desarrollo del islamismo en la juventud al lado del islam moderado». Su colega de Montereau, el conservador Yves Jego, explica que una parte de la juventud descarriada «se ha refugiado en la religión, donde han encontrado lo que la República ya no les aporta: la regla, la norma, el bien, el mal». Desde las páginas de Le Figaro , Ivan Rioufol es uno de los pocos comentaristas que se atreve a quebrar el tabú de la influencia de «la ideología islamista que intenta aprovecharse del paro en las barriadas». «El lunes por la noche fueron hermanos los que contribuyeron a mantener el orden en Clichy al grito de Alá es grande», afirma.

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