Diario de León

«Dos mil víctimas no es nada»

Pinochet tardó más de dos décadas en ascender a general. Cuando Salvador Allende le nombró comandante en jefe de las fuerzas armadas, tardó dieciocho días en traicionarle

Augusto Pinochet en la entrega de mando del Ejército a su sucesor, Ricardo Izurieta, en 1998

Augusto Pinochet en la entrega de mando del Ejército a su sucesor, Ricardo Izurieta, en 1998

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Javier Armesto - redacción
León

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«La democracia será custodiada por las instituciones armadas, para impedir que sea violada», «No se mueve ninguna hoja en este país si no la estoy moviendo yo», «Dos mil (desaparecidos) no es nada»... Las hemerotecas permiten leer en la mente de uno de los dictadores más crueles del siglo XX, el hombre que sometió a Chile durante diecisiete años, aunque su influencia tardará en borrarse generaciones. Augusto Pinochet nació en Valparaíso en 1915. Su padre, agente de aduanas, insistió en su formación católica y lo inscribió en el Colegio de los Sagrados Corazones. Pero a los 15 años lo dejó e intentó entrar en la Escuela Militar, en Santiago. Lo consiguió a la tercera; su carrera en el Ejército no fue meteórica, tardó más de dos décadas en ascender al grado de general. Pero llegó para quedarse. El 23 de agosto de 1973, Carlos Prats renunció como comandante en jefe de las fuerzas armadas chilenas y recomendó al presidente Salvador Allende que pusiera en el cargo a Pinochet, «que tantas pruebas de lealtad me ha dado». Allende tardó sólo dieciocho días en ser traicionado. El bombardeo y asalto al Palacio de la Moneda son de esas imágenes indelebles que ha legado la era de la televisión, comparables a la llegada del hombre a la luna o los ataques del 11-S. La dictadura instaurada por Pinochet fue un clásico de de-rechas: para los empresarios y grupos nacionalistas fue el hombre que salvó Chile del comunismo. Para opositores y sindicalistas, el monstruo que ordenó detenciones, torturas y asesinatos, plasmados en operaciones como la Caravana de la Muerte o la Operación Cóndor, que llevó la persecución politica más allá de las fronteras. La cifra de víctimas fue establecida por la Comisión Rettig en 3.197. De los 33.221 detenidos, 27.255 fueron reconocidos como torturados. La privatización de las grandes empresas del Estado permitió a Pinochet liderar el despegue de la economía chilena, un auge al que él y su familia no fueron ajenos: las cien cuentas bancarias secretas que se le descubrieron en el Riggs Bank de Washington y otras instituciones contienen más de 27 millones de dólares. Aislado por la comunidad in-ternacional, el dictador aceptó someterse a un plebiscito en 1988 y el pueblo chileno dijo «no». En 1990 lo dejó y ocho años después Baltasar Garzón inició el capítulo judicial de su vida. Para entonces, el reloj de Pinochet ya estaba parado. Lo hizo el 11 de septiembre de 1973, el día del golpe de Estado. Entonces dijo otra frase para la historia, que quedó grabada en las comunicaciones militares: «Estos caballeros (prisioneros) se toman y se mandan por avión a cualquier parte, e incluso por el camino los van tirando abajo». Y la cumplió. MUERTOS O DESAPARECIDOS DURANTE LA DICTADURA DE PINOCHET (1973-1990) Según la Comisión de Reparación y Justicia.

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