Diario de León

| Crónica | Ocho años y medio cautivo en la selva de Colombia |

La dura historia del agente Pinchao

El policía, que logró escapar de los guerrilleros de las FARC, asegura que como secuestrado siempre mantuvo la idea de buscar la libertad pese a las condiciones extremas de vida

El policía posa y habla junto a su madre el día de su liberación

El policía posa y habla junto a su madre el día de su liberación

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María Pérez Plá - corresponsal | bogotá
León

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Cuando desde el río se cercioró de que los uniformados que estaba viendo eran realmente un Comando Jungla de la Policía colombiana, John Frank Pinchao saltó del agua, los abrazó, lloró e imploró: «Ayúdenme». Horas más tarde, un Black Hawk lo llevaba al punto de partida, al lugar donde todo empezó hace hoy 8 años, 5 meses y 11 días, en la estación de policía de Mitú, una población perdida en la selva oriental de Colombia, comunicada con el resto del país por ríos y un precario aeropuerto. Ese fue el destino que le adjudicaron con apenas 25 años, en un tiempo en que la guerrilla campaba a sus anchas por el lugar y la policía se encontraba sitiada dentro de su propia estación sin apenas capacidad para patrullar. El 1 de noviembre de 1998, las FARC decidieron tomar la población: «Ellos decían que eran 2.000 y nosotros no llegábamos a cien y allá nos capturaron», explica John Frank en la única entrevista concedida desde que se fugó a la oficina de prensa de Presidencia de la República. Al principio, el agente no pensó que la cosa iba para largo, pero pasó el tiempo: «Contábamos los días, después las semanas, después los meses y luego los años¿ casi nos toca contar décadas», explica con una extraña expresión de alerta en su cara demacrada, en la que la felicidad actual se adivina a ratos en unos profundos y confundidos ojos negros. Comprendió que nunca iba a salir de esa selva cuando, en el 2003, Jorge Briceño, alias Mono jojoy, jefe militar de las FARC, se reunió con todos los secuestrados que podrían beneficiarse de un acuerdo humanitario con el Gobierno, en aquel tiempo 59 -hoy 56, pues dos se han escapado y uno murió-, y les dijo: «Prepárense, que esto va para largo». El encuentro fue grabado por las FARC y enviado a las televisiones nacionales. «Entendimos que en este Gobierno no iba a haber un intercambio humanitario, que la guerrilla no negociaría». John Frank se acostumbró a comer sólo arroz y yuca, a bañarse en los ríos, a dormir encadenado del cuello con cualquier compañero de cautiverio, a pasar días enteros en la selva sin botas para impedir una fuga y a ser vigilado por niños a los que vio crecer hasta convertirse en hombres. Al principio, los grupos de secuestrados eran grandes, luego cada vez más pequeños. En el último estuvo junto a la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt: «Los guerrilleros son muy irrespetuosos con ella, pero tiene coraje y se hace respetar; por eso la han mantenido encadenada durante días», explica. Hace unas semanas comenzó con paciencia a aflojarse la cadena que lo ahogaba por las noches, a guardar la poca comida que le daban, y por fin llegó la noche con las condiciones que él había soñado: oscura y con una lluvia torrencial. Entonces huyó. Durante 17 días caminó por la selva y nadó por los ríos «como los micos, de rama en rama». La comida que había guardado se le mojó la primera noche, pero de todas maneras respetó las mínimas raciones que se había impuesto y cuando se terminaron sobrevivió a base de extrañas frutas que iba encontrando. Pinchao lleva cuatro días disfrutando de la compañía de su hijo de 8 años que aún no conocía. Los médicos dicen que tiene desnutrición y problemas en la piel, y aunque los que han hablado con él aseguran que está perfectamente, su verdadero estado psicológico es un misterio.

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