Diario de León

| Análisis | Después de 60 años |

Pakistán, sin una democracia genuina

La organización estadounidense Fondo para la Paz sitúa al país asiático en el número doce del ránking de estados fallidos, superando a Sierra Leona y Corea del Norte

El primer ministro, Shaukat Aziz, durante su discurso

El primer ministro, Shaukat Aziz, durante su discurso

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Amir Mir - lahore
León

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Sesenta años después de la lucha que llevó a la independencia y partición del subcontinente indio entre la India y Pakistán, este último país todavía ha de consolidar una democracia genuina. La historia política del Pakistán independiente se ha caracterizado por períodos alternos de Gobierno autoritario militar y de poder civil, con el denominar común de la inestabilidad. Si, según la organización estadounidense Fondo para la Paz, Pakistán aparece este año en el puesto número 12 del ránking de Estados fallidos -peor que Sierra Leona o Corea del Norte-, ello se debe en parte a la emergencia del islamismo radical, pero también a la incertidumbre que rodea al régimen del presidente Pervez Musharraf. El dirigente Pervez Musharraf, que llegó al poder en octubre de 1999 siendo jefe del Ejército con un golpe de Estado incruento, inició más tarde un proceso de legitimación con vistas a dotarse de una corteza democrática, y en el años 2002 convocó un referéndum que prorrogó su mandato hasta este año. El general y presidente busca la reválida en ambos cargos en plena crisis y no da muestras de estar dispuesto a ceder en su planes pese a las críticas internas y de sus aliados exteriores. Además de anunciar el pasado fin de semana que buscará su reelección como presidente. Mientras que la oposición le reclama que convoque primero elecciones para un nuevo Parlamento, encargado más tarde de elegir al presidente. Un balón de oxígeno Entre la amenaza islamista, el activismo para una mayor democracia y las presiones del amigo americano, que amaga con ataques contra los radicales en suelo paquistaní, Musharraf llegó a pensarse la semana pasada declarar el estado de excepción. Una excepción que le habría dado un balón de oxígeno al presidente: plenos poderes para luchar contra los insurgentes y suspensión de las garantías constitucionales, la historia de siempre en un país que, 60 años después, no termina de avanzar por la senda democrática.

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