Diario de León

Análisis | l. urdiales

Cuando ya ni huir se puede

El descenso de activos coincide con el incremento de parados

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Aquella puerta abierta que les quedó a los leoneses, tomar el tren o lo primero que tuvieran a mano para huir de la peste del desempleo, está cerrada a cal y canto. La última encuesta de población activa enseña un dato que explica el panorama negro que acecha a los leoneses: cuatro mil novecientos activos menos, cuatro mil novecientos parados más. No hay trasvase a otras casillas. No hay escape. No hay lugar en el que ponerse a cubierto; y, desde luego, no es el carácter del leonés lo que le lleva a abandonarse a la desgracia de perder el empleo. No hay a dónde ir para enjugar la sangría de un paro que devora las esperanzas de sacar a delante a una sociedad. Si se pueden lograr un espacio para la esperanza en un León que pierde población y empleo, producción y oportunidades, progreso y desarrollo al mismo tiempo.

La primera solución que hasta la fecha encontraban los leoneses a los que se condenaba a la cola del paro era la fuga; los recursos domésticos escasearon para quienes no lograron empleo cerca de su casa. Ahora, ni estos ni los otros. No se atisban retazos positivos en ninguno de los ángulos de análisis que recoge el estudio estadístico de la encuesta poblacional. Donde parecía que no había hueco para ampliar la destrucción, sigue la hemorragia. León asimila pérdida de población y pérdida de actividad; ni siquiera la merma de competencia tapona la herida socioeconómica por la que se pierde la perspectiva del futuro. La coincidencia del número de activos que se han esfumado con respecto al mismo periodo del año anterior con el número de víctimas que han entrado al patíbulo del paro descubre una posibilidad incómoda para los políticos que no se cansan de anunciar nuevos tiempos.

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