Diario de León

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El Porma

El vínculo de los naturales del Porma con su tierra es tan grande que nadie quiere dejarla. Y, los que se han tenido que ir, vuelven siempre. León al sol ha podido compartir un día con ellos para entender qué es lo que hace de estos pueblos algo tan especial.

Augusto Díez posa entre las verduras de su huerta en Vegas del Condado.

Augusto Díez posa entre las verduras de su huerta en Vegas del Condado.

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León

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La zona que abarca los pueblos de la ribera del Porma es un lujo en todos los sentidos. Pero no es el clima, los paisajes o la comida los que dan este carácter tan especial al ambiente. La gente recibe con los brazos abiertos y una sonrisa en la cara. La generosidad entre ellos sobra, y aquí, timidez ninguna. Abren su casa y sus corazones, y ante la pregunta de «¿Os iríais del pueblo?» responden todos al unísono: «Pero., ¿dónde se vive mejor que aquí?».

10.00 En Santibañez del Porma, Filomena Gutiérrez, de 91 años, está en pleno paseo matutino, algo importante en su rutina diaria. Asegura que en León, donde ha ido toda su vida a vender huevos y verduras, ha sido siempre una mujer famosa. «Hasta el obispo venía a comprarme las verduras», asegura. La vida en el pueblo ha hecho de ella una mujer muy sana y se jacta de no necesitar de nadie. «Lo peor es cuando necesitas a tu familia para todo, así que yo no incordio a nadie», dice. Sigue paseando.

11.00 Filomena se despide mientras saluda a Enador Sánchez , un hombre que vive en León, pero que pasa todo el tiempo posible en su pueblo. «Aunque viva en León, he estado siempre ligado a mi pueblo», asegura rotundamente. Es aquí donde pasa los días cuidando de su casa con su mujer, Amalia García , en una finca que ha pasado de generación a generación en su familia. «Conozco a todos los vecinos. Me voy a Moral a tomar café andando. Mi vida aquí es la mejor», cuenta mientras se arregla el sombrero para la foto.

13.00 Yolanda Barros y Jorge Timiraos son de Oviedo, pero por casualidad compraron un piso en Santa Olaja del Porma y ahora vienen todo lo que pueden, y no sólo en verano. Están encantados con el pueblo, con la vida que llevan, porque los vecinos los han tratado muy bien y los han hecho sentir en casa. Su hijo Luis Timiraos se mueve con su amigo del pueblo, Enrique Pardo , y está igual de encantado. «Lo único que echamos de menos es el wifi», se ríen.

A la misma hora en Villafruela del Condado, Noelia Díez se pasea en bicicleta desde la fuente a la casa de sus vecinos. Su padre era de este pueblo y por eso vuelve con su familia todos los veranos y también los inviernos. «En los pueblos se crean valores que en la ciudad son imposibles de encontrar y por eso traemos a los niños aquí», afirma Noelia.

14.00 Es la hora de comer en Moral del Condado y la familia de los hermanos Alberto y Francisco López abren su casa para mostrar su tranquila vida de verano. Su madre, María Antonia Llamazares, es muy feliz en el pueblo: «La mejor vida aquí en el pueblo la tenemos los jubilados, porque ya no tenemos que trabajar tanto», afirma. Reconoce que la localidad ha cambiado y, aunque no hay ya ni bar, ni tienda, aquí todavía se hace vida. Y una muy buena. «Puede que para los jóvenes el pueblo no sea lo mejor, pero nosotros los mayores nos quedamos aquí», termina Antonia.

15.00 Los hermanos Francisco y Lisardo García trabajan en la zona de Moral limpiando desagües. Son de su tierra y no piensan dejarla. «Yo pertenezco a este lugar, no me quiero ir a ningún otro sitio», afirma Francisco. Están felices porque tienen trabajo y en sus ratos libres disfrutan de la naturaleza. Van a pescar, a pasear y no les hacen falta ni los bares. «Aquí caminas, ves árboles, animales, flores... En la ciudad ves asfalto, coches y siempre los mismos comercios. No es eso lo que quiero para mi vida», asegura Francisco.

 

16.00 Después de comer, en Boñar es la hora del café. El chiringuito de la zona del Soto lo lleva Karla Jeria . Es chilena, pero lleva en Boñar más de cinco años y está encantada con el pueblo. «A los de fuera nos tratan genial, nunca hemos tenido ningún problema, siempre se han encargado de hacernos sentir como en casa». El bar está lleno durante el verano y llega gente de todos lados. En la terraza están sentados Dave Lifschits y Georgie Ballinga . Él es de Israel y ella, de Inglaterra. «La acogida ha sido una de las razones por las que nos quedamos, aparte de la tranquilidad y del clima», explica Dave. «Nos da mucha pena ver cómo los jóvenes se van yendo, pero vemos que no hay nada de trabajo», termina Georgie.

17.00 Almudena Díez se fue a vivir a Madrid a los 17 años, pero siempre vuelve a Valdecastillo porque aquí se está «de maravilla». «He visto cómo el pueblo ha cambiado, pero yo no creo que sea para peor». Se disculpa porque tiene que irse a rezar la novena de la Virgen de Lourdes y en el camino se encuentra a Nicanor Alonso , que afirma: «¿ Pa ’ dónde me voy que se esté mejor que aquí?». Señala las montañas y los bosques de su alrededor para reafirmarlo con mayor ahínco. Tiene claro que éste es su lugar.

18.00 A esta hora Augusto Díez sigue trabajando su huerta en Vegas del Condado. Tiene 95 años, pero se mueve con una agilidad envidiable. «Después de la mili y la Guerra, me vine directo a trabajar el campo y es lo que he hecho toda mi vida», cuenta Augusto. En verano se encarga principalmente de las verduras de verano, de quitar los rastrojos y de cuidar sus girasoles.

19.00 La piscina de Barrios de Nuestra Señora está a reventar. José María San Esteban está con su hermano Antonio y ambos coinciden en que la vida en el pueblo no puede ser mejor. Antonio se fue a Bilbao, pero vuelve siempre que puede. «Tenemos una seguridad aquí que no encuentras en otro lado», asegura José. Carmen Prieto se acerca también para comentar que las bondades del lugar son innegables. Los niños vienen de todos los pueblos de alrededor para poder disfrutar de la piscina.

Francisca Bravo

leonalsol@diariodeleon.es

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