Diario de León

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«Aquí nacimos y aquí moriremos». Esta zona, situada a las puertas de los Picos de Europa, no es inmune al éxodo rural y al paso del tiempo. La población, retirada ya de la ganadería y la agricultura, ve cómo sus pueblos están cada año más vacíos

Santiago Valbuena vive en Lois, cuya famosa iglesia es conocida popularmente como la ‘catedral de la montaña’ que este verano cumple 250 años.

Santiago Valbuena vive en Lois, cuya famosa iglesia es conocida popularmente como la ‘catedral de la montaña’ que este verano cumple 250 años.

Publicado por
Maje Muñiz@leonalsol
León

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Entre unos valles de paisaje inigualable, el sol de la mañana se refleja sobre la superficie del embalse y crea un espejo que duplica la realidad. Sin embargo, la población de la comarca de Riaño no se dobla con un simple efecto óptico y cada año hay incluso menos veraneantes. A escasos kilómetros de los Picos de Europa y a unos 90 de la capital de provincia, conviven pueblos antiguos con los de nueva construcción. Incluso dentro de cada uno de ellos, casas rehabilitadas y algunas aún en los cimientos.

11.00 Llegar hasta algún punto supone un viaje de más de media hora por puerto de montaña. Es el caso de Prioro, un pueblo separado de Riaño, cuyo trayecto está lleno de curvas y no es apto para estómagos sensibles. Allí está pasando el verano y reparando su casa de temporada un matrimonio que no revela su nombre. Con ellos ha venido su nieto a celebrar los quintos. «Le ponen flores a la Virgen y todo», comenta orgullosa la abuela. «Yo nací aquí. Me fui con 11 años y ahora volvemos desde Vitoria una vez al año. A mi marido lo conocí en Madrid, donde trabajaba», comenta mientras señala a ambos después de haber salido a la entrada de su casa.

12.00 Unos metros más abajo pasean por la sombra Miguel García y Matías Fernández , evitando el sol de mediodía que tanto pega en la montaña. Miguel, a sus 98 años (para cumplir 99 en septiembre) es más dicharachero que su compañero de camino. «Éramos ganaderos trashumantes hace ya muchos años. Ahora nos dedicamos a cuidar la huerta: unas patatas, cebollas...», cuenta con una sonrisa. «Hasta con la mujer discuto porque no voy al médico. Bebo el agua fresca y, a veces, algo de vino. No soy de vicios».

13.00 De vuelta por los alrededores del embalse se encuentra Boca de Huérgano. Las casas están pegadas a la carretera; caminando por el arcén sale del médico Alberto Fernández . Este treintañero es residente en Espejos de la Reina, localidad vecina bañada por el río Esla. «Estoy buscando trabajo, pero ahora mismo no hay nada», comenta triste.

14.00 Evaristo González , a sus 97 años y ya jubilado, sale a regar las hortalizas. «Aquí (en Boca) nacimos y aquí moriremos. Apenas queda gente joven que esté aquí todo el año. Y eso que ahora nieva mucho menos en invierno. Hemos llegado a alcanzar los 1,60 metros de nieve en la calle», recuerda. Se despide y continúa con su paso a casa. La pequeña inclinación de la calle es un gran obstáculo a esas edades.

15.00 Aunque el calor empieza a apretar en el exterior, Feliciano Villafáñez , de 77 años, tiene enfundados sus guantes y la cabeza cubierta con un gorro y trabaja con algo de madera. «Fui molinero, panadero, agricultor... Y también llevé algunas de las grúas que estuvieron en la demolición del Viejo Riaño», echa la vista atrás sobre los 54 años que ya lleva viviendo en Boca de Huérgano. «Lo más duro es permanecer el resto del año».

17.00 El Nuevo Riaño destaca ya desde lejos por lo impoluto de sus edificios. Lógico si se piensa que los más viejos no tienen ni treinta años. Cuesta encontrar a gente por la calle, mucho más a lugareños: la mayoría son turistas que se han acercado a pasar el día. En una pequeña tienda Spar está Loli Tomás . «Antes era de mi suegra, pero ahora la regento yo», cuenta mientras una de sus hijas atiende la caja. «En verano me ayudan, tienen 14 y 16 años. Van al instituto en Cistierna, tienen una hora de viaje porque van parando por más pueblos».

18.00 Junto a la parada de autobuses de Riaño pasea Ricardo Tejerina . Recuerda que su pueblo natal, Huelde, fue el primero en quedar bajo el agua cuando abrieron la presa. «Estudié fuera pero ahora he vuelto. Esto me gusta, estoy soltero y no tengo otro sitio al que irme».

19.00 Según se baja en dirección a Boñar, al pie de la carretera nacional, está Las Salas. Escondido tras la iglesia está el bar, de donde salen Rosa Tejerina y Mari Paz García , quien empuja un carrito de bebé. También son veraneantes aunque sus familias son de aquí. «Venimos cuando podemos. De la zona, los mejores pueblos son aquellos que están lejos de la carretera, más tranquilos y bonitos», asienten mutuamente. A su alrededor, las calles permanecen vacías y solo se escucha a los coches pasar.

20.00 A unos 9 kilómetros de Las Salas, llegando por una carretera de apenas un carril de ancho, se encuentra la localidad de Lois, conocida por su ‘catedral de la montaña’. Si en el resto ha sido complicado ver a mucha gente por la calle, en este es una tarea casi imposible. A la sombra, dentro del patio de su casa, come cerezas Santiago Valbuena. «En agosto viene más gente. El día 23 se va a hacer el centenario de la iglesia, creo que va ya por el 250». Es un hombre poco hablador. Recuerda que hace algunos veranos «la Diputación contrataba a una chica para que abriese en verano, pero ahora ya ni eso».

21.00 Este viaje por la montaña oriental termina con Nicasio Muñiz, alias Quin, pasea sólo por las empinadas calles de Lois. «Vine a jubilarme», relata, «trabajé en Bilbao, marché de aquí con 31 años». Sabe que el mayor atractivo turístico del sitio es la iglesia. «Se ha hablado de poner dinero entre la gente de aquí para contratar a alguien que venga a abrir la iglesia para los veraneantes». También es consciente de la dificultad de llegar hasta allí, «aunque casi todo el mundo tiene coche». Además, existe el transporte ‘a la demanda’: se llama cuando se necesita el autobús para evitar las líneas regulares sin viajeros.

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