Diario de León

Cuando León sació con 100 doncellas la sed del moro

Un gentío sigue el desfile de las mozas que eran entregadas al califa cordobés en el preludio de la fiesta de Las Cantaderas.

Estampa inigualable en el marco de la plaza de Botines de la recreación de la entrega de las doncellas a la Sotadera, la celestina que las entregaba al emir del califato de Córdoba. FERNANDO OTERO PERANDONES

Estampa inigualable en el marco de la plaza de Botines de la recreación de la entrega de las doncellas a la Sotadera, la celestina que las entregaba al emir del califato de Córdoba. FERNANDO OTERO PERANDONES

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La fiesta alumbra más historia de la que se puede suponer en el atavío de época cuidado hasta el extremo con el que los figurantes ponen en el escenario de la calle Ancha y la plaza de la Catedral. Hasta que en la batalla de Clavijo el rey Ramiro I frenó a las tropas omeyas de Abd Al Rahman II, los sarracenos enviaban desde el califato de Córdoba a elegir entre un centenar de muchachas de diez a doce años; el casting de la trotaconventos se realizaba entre las hijas vulgo y entre las de la nobleza, a partes iguales, para saciar la sed del emir. Hasta que Ramiro I, con la colaboración estelar de la aparición del apóstol Santiago, a caballo, puso el pie en el campo de Clavijo (ahora La Rioja) y se enterró el nefando tributo que se había concertado con el emirato cordobés por el rey Mauregato antes del año 789. La fiesta que avanza al paso de las doncellas por las calles de León bebe directamente de aquella que sucedió en agradecimiento y conmemoración de la derogación del tributo. Tiene tanta profundidad, que no hay referencia de la primera ceremonia de las Cantaderas; entre las referencias documentadas hay una del año 1595, cuando León dedicada cuatro días de agosto a recrear el acontecimiento, pegado hasta los tuétanos de la raíz donde mamó el origen de esta tierra.

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