Diario de León

EL OCASO DE UNA ETAPA NEGRA DE LA HISTORIA

Las familias de los leoneses asesinados por ETA, escépticos sobre el desarme de la banda

22 leoneses murieron en atentados de la banda terrorista

Placa en memoria del comandante Cortizo en Ramón y Cajal, en el lugar donde fue asesinado por ETA con una bomba lapa

Placa en memoria del comandante Cortizo en Ramón y Cajal, en el lugar donde fue asesinado por ETA con una bomba lapa

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León

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miguel ángel zamora | león

El cielo encapotado hizo aún más plomiza la mañana del 1 de diciembre de 2007 en Grulleros. Ayer lucía enhiesto el sol en el alfoz de León. De entonces a hoy, no es sólo meteorológico el tiempo que ha cambiado en torno a la familia de Raúl Centeno, la última víctima leonesa de la banda terrorista ETA. La vida no ha vuelto a ser igual para José Fernando Centeno, un subteniente de la Guardia Civil, padre del fallecido, que guarda perenne el dolor. «Ha sido muy tajante, no quiere hablar», explicó a este periódico un mediador. El anuncio del desarme de los terroristas no cura las heridas. Todavía no se ha inventado la mercromina para las esquelas.

A Margarita Ordóñez la vida se la trae y se la lleva de León de forma esporádica. La viuda del Comandante Cortizo, que perdió la vida el 22 de diciembre de 1995 en un atentado con bomba-lapa en pleno centro de la capital, adereza con la indiferencia la calma que preside su verbo: «Si ellos lo dicen, pues será que se van a desarmar, pero yo no me lo creo. Yo en realidad no me creo nada», explica. Los medios de comunicación se llenan de noticias respecto al arsenal que la banda de la serpiente ha puesto a disposición de los mediadores internacionales mientras ella responde al otro lado del teléfono, pero el mensaje es el mismo: «Están muy bien posicionados, saben muy bien lo que hacen y sería un error creerles. No veo ninguna opción de que vayan a desaparecer. Sinceramente. Lo digo como lo siento».

«NO ME FÍO»

«Alterno mi vida en León con la que llevo en otros sitios», explica. «Estoy tranquila, llevo una vida calmada pero eso no impide que vea lo que pasa a mi alrededor y que cambie mi percepción. No me fio de ellos. Nada va a cambiar». La penúltima víctima de la barbarie terrorista fue posiblemente la más mediática, por la trascendencia de los hechos y por perpetrarse el ataque en pleno corazón de la ciudad, en pleno sorteo de la lotería de Navidad. La única a la que la fortuna sonrió en cierta medida fue a Beatriz Cortizo. La hija del comandante viajaba en el asiento de al lado pero logró salvar la vida.

En Santa Elena de Jamuz nació Máximo Casado. Otra bomba lapa puso fin a su vida en pleno cambio de siglo. La localidad le dedicó una calle. La banda terrorista había iniciado una campaña contra los funcionarios de prisiones y tuvo la mala fortuna de ir a residir en Vitoria en un bloque donde varios vecinos eran activistas de Jarrai. «No nos creemos nada de esos sinvergüenzas, no saben ni ellos lo que quieren. Son escoria y lo peor de todo es que todavía piensan que puede haber alguien que les haga caso», señala un varón con ascendencia cosanguínea con el fallecido que advierte de que no quiere ver su nombre publicado. «A mí no me saques en la televisión», avisa.

Estrella aún recuerda a Milagros Ámez. El pavoroso atentado de Hipercor en Barcelona del año 1987 también se cobró sangre leonesa. Su hermana falleció instantes después de terminar de descargar mercancía en el centro comercial en el que su marido estaba al frente de una tienda de plantas medicinales. «Yo ya soy mayor», explica mientras su voz da señales de que los años y el dolor han hecho mella en su ser. «Creo que a ella le queda todavía una hija en Santa María del Páramo pero claro, han pasado muchos años. Nosotros no queremos volver otra vez a pasar por lo mismo, sufrimos mucho en su día. Si van a dejar de poner bombas... eso solamente lo saben ellos. Preferimos que nos dejen tranquilos, ha sido muy duro para todos», asegura.

En Gordaliza del Pino nació Juan García Mencía. A dos días de la Nochevieja de 1982 la banda acabó con su vida y su entierro se convirtió en una excepcional manifestación de duelo. «Si dicen que entregan las armas, será verdad, pero si te soy sincera, no sé qué contestarte», responde su sobrina. «A lo mejor es verdadero...».

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