Diario de León

SUPERVIVIENTES DEL MALTRATO (4)

«En cuanto pierden el control sobre ti, te sabotean»

María decidió tomar las riendas de su vida después de años de matrimonio en que su exmarido controlaba todo: dinero, teléfono, coche... Fue como una explosión

Retomar el control de la vida propia es uno de los retos de las víctimas de violencia machista. F. OTERO PERANDONES

Retomar el control de la vida propia es uno de los retos de las víctimas de violencia machista. F. OTERO PERANDONES

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ana gaitero | león

«¡Te tiene como una reina!, ¡Cómo te quiere!, ¡No te deja hacer nada!», eran expresiones que María oía frecuentemente sobre su exmarido. De puertas para fuera, el hombre daba la impresión de ser «tan servicial, que a veces parecía hasta bobo». No podía tener más atenciones con su mujer. De puertas para adentro, llegó un momento en que María sintió que «me controlaba todo». Decidió romper.

María tiene estudios universitarios y un trabajo cualificado con un sueldo medio alto, pero en los diez años que duró su matrimonio no tuvo tarjeta de crédito ni accedía a la cuenta común a la que iban a parar los salarios de uno y otra. «Tuve la tarjeta con más de 30 años, todo lo hacía él y yo tenía que pedirle dinero», asegura.

Tampoco conducía, aunque tenía el permiso, y para todos los desplazamientos dependía de su exmarido. «Mi teléfono era de él y tenía acceso libre a todo lo mío», añade. «Ejercía sobre mí un control tan sutil que la gente decía: se desvive por ti», añade.

Cuando María decidió tomar las riendas de su vida se encontró con «la cara Mr. Hyde» de su exmarido. Seguimientos, escuchas, acoso, amenazas de quitarle al niño, llamadas de teléfono continuas, pinchazos en las ruedas del coche... María sufrió repetidas crisis de ansiedad. «Denuncié por malos tratos porque a consecuencia de esta presión que ejercía sobre mí, tuve que acudir varias veces a las urgencias del hospital, aunque la verdad nadie se quiso implicar. Es como si les llegara un marrón», lamenta.

A consecuencia de la denuncia, el hombre pasó la noche en el calabozo. «A la mañana siguiente estaba a la puerta del lugar donde trabajo». El caso fue sobreseído: «Si no vas con la cara partida no sirve de nada denunciar», afirma.

María siente que ha estado sola. Tampoco ha tenido apoyo familiar: «Mi madre me decía: No aguantas nada, con lo que me tocó aguantar a mí a tu padre», recuerda. «Cuando pedí ayuda a su familia para que me dejara en paz le excusaron: ‘En el fondo es muy bueno, pero le sentó muy mal la separación», relata. Su hermana temía un desenlace fatal: «Si te pasa algo me hago cargo del niño», me dijo.

«Me perseguía y nunca sabía por dónde iba a salir. Para colmo, dejó de trabajar y no se hace cargo de ningún gasto del niño», agrega. Él no lo ha notificado para cambiar el convenio regulador del divorcio y ella no le ha denunciado. «Dejó de trabajar y dice que no encuentra empleo a pesar de tener una profesión que es muy demandada», explica. María asegura que no hace la reclamación judicial «por la tranquilidad de mi hijo», afirma. «Sé que en el momento que lo haga empieza la guerra: juega con el miedo y la impunidad», añade.

«Su filosofía es que como me he querido separar tengo que aguantar todo», dice para concluir que «en cuanto pierden el control se vuelven locos y te sabotean: no soporta que tenga una vida autónoma e independiente y que haya salido adelante con el niño a pesar de que no aporta nada».

«Me habla con una voz fría como si fuera a comprar un kilo de patatas y me dice que estoy como una cabra, que a lo mejor tiene que ir al trabajo a decirlo y que no me ve en condiciones para hacerme cargo del niño», prosigue su testimonio.

En estas circunstancias, María decidió acudir a la Oficina de la Mujer de la Junta y fue atendida psicológicamente por la profesional especializada de los juzgados. Acaba de reanudar las terapias después de un tiempo porque «tengo que sostenerme de alguna manera». «Me he visto sola con mi hijo», subraya. «La sociedad se desentiende y nadie quiere saber nada», reprocha, aunque encontró apoyo en la asociación Simone de Beauvoir, donde supo que no era la única que sufría los sabotajes de su ex

En su trabajo no saben nada. Ahora conduce su propia vida.

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