Diario de León

El Supremo condena al propietario de un local de Palencia por poner en peligro la salud de los vecinos

León recibe con cautela la pena de prisión para un hostelero por ruidos

Los hosteleros y el concejal de Medio Ambiente de León recibieron ayer con cautela la sentencia sin precedentes en España que condena al propi

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El edil José María Rodríguez de Francisco aseguró que la nueva ordenanza tiene recursos suficientes para garantizar el descanso de las familias. «Si hay algo sagrado es el derecho a la intimidad y al descanso, por eso nuestra ordenanza es severa y contempla sanciones económicas muy importantes para los locales que contaminen acústicamente, incluido el cierre del establecimiento», manifestó ayer el titular de Medio Ambiente en el Ayuntamiento de León tras conocer el fallo del Alto Tribunal que condena por primera vez un delito de contaminación acústica con cárcel para el procesado. El edil, sin cuestionar el sentido de la condena, se preguntó si otros delitos ecológicos, caso de los vertidos incontrolados o la contaminación ambiental, no merecen también ser condenados por los tribunales con penas de cárcel para los responsables. Por su parte, la Asociación Provincial de Hostelería recordó que la mayor parte de las denuncias formuladas en León contra su sector corresponden al horario de cierre y no a los ruidos. La Sala de lo Penal del Supremo notificó ayer la sentencia en la que impone esta pena de cárcel por un delito contra el medio ambiente en la modalidad de contaminación acústica. El tribunal explica que los vecinos tuvieron que sufrir durante meses altos niveles de ruido, que afectaron al sistema nervioso de niños y que algunos denunciantes precisaron tratamiento médico por irritabilidad y alteración del sistema del sueño, por lo que se vieron obligados a trasladarse de casa. Añade que incluso esta situación de ruido, que se incrementaba los fines de semana y festivos, provocó el aumento de brotes de esclerosis en placas a uno de los perjudicados. El Supremo estima que los vecinos han padecido, de forma reiterada y continuada en un periodo de nueve meses, «no sólo una contaminación acústica que hay que calificar de grave y potencialmente peligrosa, sino que en este caso esa gravedad se ha concretado en serio peligro para la integridad física y psíquica».

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