Diario de León

Victoriano Crémer CRÉMER CONTRA CRÉMER

La ventanilla única

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León

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LEÓN no suele alardear ni de méritos especiales, ni de logros dignos de anotación en los anales de la ciudad. Es más bien una comunidad corta de gestos y rica en ilusiones y así que se tercia saca de sus tradicionales perezas un punto de actividad imaginativa y se apresura a colocarse en línea con las ciudades más activas. Y ello pese a que los vientos negros parecen soplar ante nosotros. León tiene vocación y voluntad de resarcirse de muchos años de silencios cómplices y convencida sin duda de que ésta es su hora, implanta en su territorio, tan devaluado por mala costumbre oficial, uno de los mecanismos más importantes y más necesarios para ensayar la recuperación económica del territorio. Sacándose los alientos de los adentros, León, a través de la Cámara Oficial de Comercio e Industria, pilotada por un hombre de temple y de coraje, don Manuel Lamelas Viloria, ha implantando en su agenda industrial, social, económica la Ventanilla Única. Desde su fundación, allá por el año 1906, la Cámara de Comercio leonesa fue siempre motivo de atención muy especial, por entender que, pese a su silenciosa función en favor del comercio leonés, al fin conseguíamos entender lo que este organismo podría suponer para la activación del futuro leonés. Se apagaron los recelos, las cautelas, así que un día de abril del año 2003, autoridades nacionales y autonómicas acudieron a la cita leonesa para dar estado oficial a la Ventanilla Única, que es, en puridad lo que en términos definitivos del presidente del Consejo Superior de Cámaras declaró en la fecha memorable de su inauguración: «La Ventanilla Única, término totalizador, globalizador, que se instrumenta para adaptarlo al lenguaje de nuestra hora, es el instrumento mediante el cual se aglutinará en un mismo espacio físico a todas las administraciones implicadas en la tramitación de los expedientes necesarios para montar una empresa, para activar un proyecto». Se acabaron pues, desde este mismo punto y hora, los frondosos si que también enojosos y costosos trámites de ventanilla en ventanilla, hasta componer el total repertorio al que una empleomanía dispersa obligaba. Desde este mismo momento, sin otro contacto que el que depara la Ventanilla de la Cámara de Comercio e Industria, pueden ser solucionados todos los trámites, problemas o dudas que la formación de una empresa supone. Y esto fue posible por la voluntad de los hombres de empresa y por la superación de una burocracia farragosa. León ya cuenta con un mecanismo que contribuirá a hacer frente a un futuro que se nos antoja importante. La Ventanilla Única deja de ser una metáfora para convertirse en una realidad. Y convencidos de la positiva función que corresponde a este mecanismo, los comprometidos en la aventura se disponen a duplicar la suerte en Ponferrada, también al amparo de los estímulos derivados de la Cámara de Comercio de León. El acto de la promoción oficial de esta Ventanilla leonesa estuvo revestido de la solemnidad que el evento requería. Y a la convocatoria de León no faltaron ni autoridades ni representaciones, demostración esta de que la invención merece ser incorporada al capítulo de nuestros afanes más urgentes. Nadie puede vaticinar si esta fórmula de activación resultará a la medida de nuestros ambiciosos deseos o si por el contrario se diluirá en la tradicional atmósfera de la apatía histórica de todo lo leonés, pero a nosotros no nos corresponde sino alegrarnos en el alma de que al fin se haya previsto algún medio de rehabilitación que no sea el consabido y anotado en la clásica retranca leonesa. Que no por nuestra prudencia y rigor en el entendimiento de la acción política, deba entenderse como indiferencia. León nos importa mucho. Y a este tenor siempre se recuerda el parangón del bacalao y la gallina. Y es que en tanto que la gallina para un huevo que pone le cacarea hasta despertar al vecindario, el bacalao, silenciosamente, deposita miles de huevos sin producir un ruido.

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