Diario de León

| Reportaje | Prisión de Mansilla de las Mulas |

Los samaritanos de la cárcel

Un grupo de veinte voluntarios y dos capellanes que pertenecen a la Pastoral Penitenciaria visita cada semana a los presos para adoctrinarlos y escuchar sus vivencias e historias

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Pablo Rioja - león
León

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Seguramente, no exista mayor frustración para el ser humano que verse privado de su libertad, libertad ansiada y deseada por todo hombre, tan difícil y costosa de encontrar y que, sin embargo, con tanta facilidad se puede perder. Tras los muros de una cárcel se encuentra una realidad que pocas veces interesa conocer, un mundo dentro de otro que tan sólo unos pocos pueden llegar a contemplar, algunos, porque han decidido dedicar su profesión a ello, otros, como los miembros de la Pastoral Penitenciaria de León, porque sienten que detrás de cada preso hay, sobre todo, una persona, una historia. La idea de crear esta pastoral para visitar a los encarcelados, con el fin de tratarlos más de cerca, surgió en los años 50, aunque no fue hasta principios de los 90 cuando alcanzó su punto más álgido al aprobarse varios acuerdos entre el estado español y la iglesia. El grupo de León lo forman dos capellanes y veinte voluntarios que cada semana se acercan hasta el centro penitenciario de Mansilla de las Mulas para, desinteresadamente, pasar una jornada de convivencia con ellos. Estos voluntarios suelen acudir en grupos de tres o cuatro personas, visitando cada vez un módulo diferente de los dieciocho que componen la prisión. El director del secretariado de la Pastoral Penitenciaria, Benjamín Panera García, comenzó como capellán en 1994 y desde entonces ha buscado diferentes caminos para prestar una atención que los propios presos demandan cada día con más entusiasmo. Su trabajo se centra en dos áreas principalmente; una religiosa, que consiste «en la animación espiritual a los internos en todas las dimensiones que requiere; como acompañamiento, atención en los sacramentos que piden, celebraciones litúrgicas, catequesis de confirmación y preparación para el matrimonio y primeras comuniones», entre otras muchas cosas. Y también un área de actuación social, que «busca acercar a los presos con sus familias, hablamos con ellos, tratamos, sobre todo, de reinsertarlos en la sociedad para que el día de mañana recuperen su vida con la mayor normalidad». El resto de miembros que conforman la Pastoral Penitenciaria son personas de la calle que llevan una vida normal, a las que sólo se les pide una mínima formación religiosa para formar parte del grupo. El padre Panera y su equipo han conseguido que los internos recobren la ilusión y la esperanza, esperando su visita con alegría.

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