Diario de León

| Análisis | Más lejos del ideal |

La renuncia a un derecho

El aumento de la jornada laboral no incrementa la productividad, deja en indefensión a los trabajadores y supone renunciar a los derechos laborales adquiridos y al sueño de la conciliación

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M. J. Muñiz - león
León

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Muy lejos de aquellas 35 horas semanales por las que se luchaba hace poco, y que incluso se implantaron por ley en Francia. Y muy lejos también de las recomendaciones de la Organización Internacional del Trabajo, que aboga por reducir las jornadas laborales excesivas y adoptar medidas que favorezcan la vida familiar, como flexibilizar las jornadas o potenciar el trabajo a tiempo parcial de calidad. Nada que ver con la recomendación de «establecer un número reglamentario de horas razonable y que a la vez contribuya a elevar la productividad de las empresas, rompiendo el circulo vicioso de largas jornadas y baja remuneración». La directiva europea aprobada este mes, y que deberá ser ratificada por el Parlamento Europeo, supone de hecho renunciar al derecho a la jornada máxima de 48 horas en Europa, un derecho adquirido por la lucha sindical hace casi cien años (en 1917). La actual Directiva Europea del Tiempo de Trabajo contempla este máximo de 48 horas semanales de trabajo, once seguidas de descanso al día, una pausa cuando la jornada es de más de seis horas y un día de descanso mínimo a la semana; además de cuatro semanas de vacaciones. Ahora, después de cuatro años de negociaciones y seis intentos de aprobación, la UE ha dado el visto bueno a la jornada de hasta 60 horas semanales, calculadas como media durante un periodo de tres meses; e incluso 65 horas en el caso de guardias médicas y otros colectivos especiales. En teoría, la nueva directiva contiene garantías para que las empresas no puedan forzar a los trabajadores a firmar que aceptan estas jornadas (que suponen unas 13 horas al día). Unas jornadas que superarían en un 35% lo que la OIT considera una «jornada excesiva». Los defensores de este sistema alegan que el acuerdo permite a los trabajadores ganar más con más horas de trabajo, mientras que las empresas pueden estar cubiertas en los periodos de mayor actividad. Sin embargo, para los detractores del acuerdo no sólo supone renunciar a uno de los logros principales de los trabajadores, sino que en la práctica la libertad que se les da a los empleados es sólo teórica: al suprimirse la negociación colectiva y dejarse en manos de un acuerdo individual, «se aboca a los trabajadores en la práctica a asumir cualquier exigencia del empresario». Eso sin contar con que numerosos estudios aseguran que una jornada más larga, lejos de incrementar la productividad, la reduce sensiblemente.

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