Cuando el saber traspasa las aulas

león

Cuando la educación sobrepasa los límites del mero y simple saber por saber, o saber para ser, cuando desde las aulas se transmiten otro tipo de valores que creía exiliados, enterrados e incluso muertos, cuando observo que aún existen personas entregadas por y para formar personas, mi alma escapa una vez más de la prisión de su tristeza y vuelve a creer que las cosas, aunque cada vez a menor escala, se siguen haciendo bien.

Y digo esto porque el pasado viernes tuve el placer de asistir, invitado por el director del Colegio Peñacorada, al desayuno informativo y posterior estreno de la película Bella, de Alejandro Gómez Monteverde, y aunque era el film el que debía llevarse todo el protagonismo, fueron un puñado de alumnos del centro los que captaron mi atención.

Tan sólo faltaban tres minutos para las diez de la mañana cuando descendí las escaleras de aquel céntrico hotel en busca, una vez más, de respuestas. En la cafetería conversaban varios hombres trajeados que giraron la cabeza con una sincronización casi perfecta tras advertir mi presencia. Tenía cita para acudir a una breve conferencia sobre la película que los propios estudiantes de bachiller habían organizado. Apenas sin tiempo para asimilar el nuevo microuniverso que me rodeaba, dos jóvenes del colegio ya me estaban ofreciendo café, zumo y unos bollos. Sorprendido ante las exquisitas formas y el inmerecido trato de usted que me brindaron, recordé que no hacía tanto era yo el que vestía uniforme y miraba a mis mayores con respeto y admiración.

La ponencia arrancó de la mano de David Orellana, otro alumno del centro, cuyo porte y seguridad a la hora de hablar en público se echan de menos en el mundo de los adultos. Esto decía sobre el film protagonizado por el actor mexicano Eduardo Verástegui. «Bella invita a la gente a quejarse menos en la vida, a valorarla, a reflexionar sobre el perdón.

El arte para los alumnos de Peñacorada tiene que sanar, y Bella ha sido como una cura, una cura que traspasa el pecho de la persona y lo coloca en el corazón, en alguna herida que el corazón pueda tener». Reconozco que mis prejuicios sobre lo que iba a encontrarme en el cine poco después atormentaban mi cabeza, pero aquel joven los echó por tierra.

A las once en punto ocupé mi butaca. La sala estaba medio vacía hasta que decenas de estudiantes comenzaron a inundarla con un silencio sepulcral. De nuevo mi percepción de la película perdió peso y aquellos jóvenes me descolocaron. Al contrario de lo que me había encontrado en otras ocasiones, esa gente transmitía una educación, unas formas, un estilo de actuar inusual, espontáneo, no improvisado. Durante los trailers traté de viajar a las raíces de las que provenía todo aquello y admirado, sonreí al descubrir que es bueno que me parezca tan raro todo lo normal.

No sería justo focalizar ese empeño por educar más allá del mero conocimiento sólo en los profesionales de Peñacorada, son miles los docentes de la provincia que a diario se esfuerzan porque los que mañana dominarán el mundo guarden en su interior valores que tienen su peso en oro.