Diario de León

Reportaje | sandra de miguel

Vidas a un céntimo

La crisis complica aún más la situación de los «sin techo» y de la gente de escasos recursos

Un sin techo descansa en la plaza Mayor de León.

Un sin techo descansa en la plaza Mayor de León.

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León

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A fecha de 2006, el número de «sin techo» en España rondaba en torno a los 30.000. Según datos de Cáritas del 2009, 100.000 leoneses están en el umbral de la pobreza. En un recuento que se hizo en el mes de enero, 18 personas dormían a la intemperie en León. Los datos, en estos casos, son siempre aproximados. Pero la realidad -”para quién la quiera ver-” habla más que cualquier informe, y nunca se equivoca.

En los tópicos, los lados malos, los oscuros, están siempre escondidos, alejados de lo «bueno». Algo similar sucede con el comedor de la Asociación Leonesa de la Caridad. La entrada «oficial» de la asociación se ubica en el número 13 de la Plaza Puerta Obispo, pero la entrada al comedor sólo se encuentra si se rodea el edificio. Será circunstancial, responderá a un mera razón práctica o arquitectónica, pero una vez más da la sensación de que se coloca lejos de los ojos aquello que no se quiere ver.

Hacia las 13.00 horas del mediodía de un día cualquiera, llegan cada día una media de 70 personas a un comedor que tiene capacidad para 100. El motivo, la comida del día por la cantidad simbólica de 0,60 euros. Aunque, como explica uno de los habituales, «algunos no tienen ni esos 60 céntimos».

A más de uno el ambiente cordial que se respira le sorprendería, obligándole a desprenderse de más de un prejuicio. Y es que la amabilidad, la ausencia de empujones y la generosidad -”alguien anuncia que le falta un céntimo y al instante lo tiene-” también se ponen a la cola. Pero la sociedad es experta en generar estereotipos cuando se trata de los pobres.

Dentro, en la antesala del comedor, el color verde baña las paredes. Éstas personas, después de satisfacer las peticiones del estómago para subsistir, tienen que alimentar su esperanza, cada día más delgada a causa de las situaciones laberínticas y sin salida en las que muchos se encuentran inmersos; a pesar de que los asistentes al triste espectáculo, «los medios de comunicación y, en general, la opinión pública, tiende a concebir el problema de la exclusión social como un asunto que tiene que ver sobre todo con un problema personal y de conducta de los propios afectados, con lo que las causas estructurales, institucionales y de relaciones sociales que lo generan quedan oscurecidas, cuando no sencillamente negadas», según explica Pedro José Cabrera, del Departamento de Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, en el discurso «Mito y realidad de las personas sin hogar en España».

Ayudas en León. De «causas estructurales» -”curioso eufemismo-” entienden los que pasan por allí. Paro, accidentes laborales con indemnizaciones a la espera, pensiones insuficientes... y ahora también, crisis. Por eso, en un intento de frenar el aumento de la mendicidad, la Concejalía de Bienestar Social puso en marcha el 22 de abril, en la jornada municipal de personas sin hogar, una campaña de sensibilización ciudadana contra la mendicidad y por la integración de las personas excluidas. La intención del programa, atemporal, no era otra que la de concienciar a las personas dispuestas a ayudar de que «la solución no es la limosna», sino que es mucho más efectivo ofrecer información acerca de las entidades y organizaciones que potencian la integración de las personas excluidas, acercarse a las personas que están pidiendo, implicarse mediante voluntariado o canalizar las aportaciones económicas a través de organizaciones acreditadas.

El consejo se hace carne en instituciones como Cáritas, que ha duplicado las ayudas ante la crisis; en la Asociación Leonesa de la Caridad, que repartió 68.762 comidas en el 2008; y en el Hogar del Transeúnte, donde pernoctaron 1201 personas a lo largo del pasado año. Ayudas que tratan de no limitarse a lo material a través de trabajadores sociales que, por ejemplo, en el hogar del transeúnte tienen una entrevista individualiza con cada persona y que, si ven posibilidades de inserción, los derivan al Programa de Itinerarios de Inserción Social.

Ayudas, más que necesarias, imprescindibles; aunque el éxito, en ocasiones, sea mínimo. Todo para tratar de devolver la esperanza y las ganas de vivir a quiénes han perdido todo, menos el derecho de recuperarlo.

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