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Valencia de Don Juan

Adiós a una universidad de vida en Coyanza

Los Agustinos abandonan la localidad, a la que llegaron en 1884, tras haber formado a cerca de 4.000 niños de decenas de pueblos

León

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Aún casi se puede escuchar el bullicio y la alegría que durante más de un siglo llenó esta casa. Sólo hay que estar atento y haber vivido dentro de estas santas paredes. En las habitaciones, los patios, la piscina, las aulas, salas de juegos, pasillos y galerías, canchas de deportivas, la iglesia... por cada rincón, hoy en absoluto silencio, se intuye todavía el alboroto de los cientos de niños que un día ocuparon sus muros para formarse. Los Agustinos llegaron a Valencia de Don Juan en 1884. Durante más de cien años fue colegio-seminario. En el 2000 ya tuvo que abandonar su labor educativa. Hoy los frailes se van definitivamente. Es el signo de los tiempos. La villa coyantina llora su pérdida. Una institución se va.

Era el final del siglo XIX cuando los padres Agustinos llegaron a Valencia de Don Juan para formar futuros misioneros que llevasen el Evangelio a los pueblos de América, Filipinas, África... Pero en el camino hicieron, si cabe, algo, por lo menos, tan importante. Su colegio coyantino fue una universidad de vida a la vera del Esla para cientos de niños del medio rural. Por sus aulas pasaron cerca de 4.000 alumnos principalmente de las provincias de León y Zamora, pero también de otras latitudes de España como Palencia, Valladolid, Segovia, Ávila, Asturias, Madrid o Zaragoza. Niños, en general, llegados de pequeños pueblos, de los que muchos de ellos no hubieran tenido otra oportunidad para estudiar por la escasez económica de sus familias o por ser muchos hermanos. El colegio vivió sus años de esplendor durante casi todo el siglo XX, pero empezó a languidecer con la última década de la pasada centuria, al mismo ritmo que lo iba haciendo el medio rural del que se nutría. De los casi 200 alumnos que llegó a tener, poco a poco fue bajando hasta los 20 con los que cerró en el año 2000. Entonces ya se podía intuir que el final de la institución estaba cerca. Aún así aguantó estos últimos 20 años reconvirtiéndose en hospedería y realizando actividades que contribuyeran a su viabilidad económica (cursos de verano de inglés, estancia de los alumnos del Curso de Música...). Pero no ha podido ser. Hoy quedan apenas seis agustinos que deberán marcharse este martes, uno de septiembre. La mayoría se irán a León para trabajar en diversas labores pastorales. Ayer, todos ellos, con la presencia del obispo de León, Julián López, recibieron el homenaje y reconocimiento del pueblo de Valencia de Don Juan, representado por toda la corporación municipal, con una misa de despedida.

Otra fecha clave
En el año 2000 tuvieron que cerrar el colegio como tal por falta de alumnos


Padre Castellanos
«Lo he sentido mucho, pero confío en Dios, y allí donde vayamos tenemos que reverdecer»

Uno de esos últimos frailes es el padre Ignacio Castellanos Calzadilla, que encarna como nadie la vida de este centro agustiano. Nació en 1939 en Castrotierra de Valmadrigal. Tras asistir a la escuela de su pueblo, a los 13 años ingresó en el colegio de los Agustinos de Valencia de Don Juan. Lo recuerda perfectamente. «Yo tenía lagunas, sobre todo, en matemáticas», su auténtico quebradero de cabeza entonces. Tanto, que «cuando terminé 4º escribí: ‘mueran las matemáticas y sus inventores’. Ahí desahogué toda la bilis. He pedido perdón por ese pecado cultural».

Interior de la iglesia con la Virgen del Castillo. FERNANDO OTERO

Parte nueva del colegio de los Agustinos. MEDINA

Tras cuatro años continuó sus estudios en Becerril de Campos. De allí a Valladolid para hacer la carrera donde, con 24 años, se ordenó sacerdote el 15 de agosto de 1965. Su primer destino fue Zaragoza donde estuvo tres años (1965-1968) realizando labores educativas y religiosas. Tras un breve paso de dos años por Valencia de Don Juan, fue trasladado a Colombia (1970-1976) donde simultaneó una labor pastoral con la continuación de sus estudios universitarios. Allí se licenció en Humanidades. Y en 1976 volvió a la villa coyantina, de donde hasta hoy nunca más se fue. Desde el martes estará en León, en la parroquia de Nuestra Señora del Buen Consejo. Sus palabras reflejan su sentimientos, pero también el espíritu agustiano. «Yo lo he sentido mucho. Pero confío, también, en que Dios está en todas partes. Es que ha sido toda una vida aquí. 44 años son muchos años. Y se siente. Es como una planta que ha estado enraizada en un terreno mucho tiempo y cuando la arrancan de ahí lo siente. La trasplantas a otro sitio y aunque tenga buena tierra, no quiere decir que muera, pero algún golpe recibe. Incluso tendrá algunos días mustios, pero reverdecerá. Yo digo que allí donde nos planten tenemos que reverdecer. Pero eso no quiere decir que no sufra uno. Yo me acordaré muchas veces de esta huerta, de personas que he conocido aquí. He hecho matrimonios, bautizos; he enterrado a unas 1.500 personas de Valencia de Don Juan. Y eso no se puede olvidar».

Para uno que fue su alumno, recorrer con Castellanos los rincones de este colegio es impregnarse de melancolía y resignación que en momentos casi llega a las lágrimas. Aún se le escapa alguna vez el ‘Armando líos’ con el que cariñosamente me llamaba. Ahora que le toca irse, su cara y sus palabras denotan la tranquilidad del trabajo bien hecho, de una labor impagable.

Castellanos se dedicó en Valencia de Don Juan, principalmente, a la labor educativa. Recuerda con especial cariño cuando recorría los pueblos de las provincias de León y Zamora reclutando niños que quisieran ir a estudiar a este colegio con la esperanza de que llegasen a ser sacerdotes agustinos. «Los últimos años tuvimos que dejar esa labor porque ya casi no nos dejaban entrar a los colegios y teníamos que ir directamente a alguien que conocieras. Hasta te veían mal». Fueron tiempos «en los que los pueblos estaban llenos de vida». Tanto es así, que el propio colegio coyantino ha sido una víctima más de la despoblación del medio rural. «Cerca de 4.000 alumnos pasaron por aquí. Hoy muchos son abogados, funcionarios, médicos... pero una parte muy importante se han dedicado a la enseñanza. Este colegio es una institución. Lo va a sentir mucha gente. Desde que se enteraron que nos íbamos yo he visto a gente llorar», afirma.

El Padre Ignacio Castellanos Calzadilla, esta misma semana, en distintas estancias del colegio de los Padres Agustinos de Valencia de Don Juan. FERNANDO OTERO

Aunque los agustinos vivían de puertas adentro, siempre tuvieron una gran relación con Valencia de Don Juan. «Siempre hemos estado bien y en consonancia con las instituciones políticas, sean del signo que sean. Hemos estado bien con todos. No ha habido ningún roce. Yo creo que a Valencia de Don Juan se le conoce, aparte de por el castillo, por el colegio de los Agustinos. Hay mucha gente que tuvo aquí a su hijo, a su padre, a un sobrino, a un amigo... Hemos sido un pilar benéfico para las poblaciones cercanas. En unos tiempos en los que muchos niños no podían estudiar porque no tenían medios, a muchos les dimos la oportunidad porque se les cobraba muy poco, o nada. Y eso no se paga con dinero. Pensando que, como era seminario, un día llegarían a ser sacerdotes. Y, sino, estábamos formando personas. Eso no se puede negar».

Los alumnos de los Agustinos, siempre internos, también interaccionaban con el pueblo. Además de los paseos dominicales, el deporte sirvió a ello. Periódicamente se organizaban partidos de fútbol, baloncesto, balonmano... entre ellos y los del colegio público Bernardino Pérez.

Tras el cierre del colegio como tal en el año 2000, el padre Castellanos y otros agustinos pasaron a formar parte del equipo de sacerdotes de la parroquia de Valencia de Don Juan y de toda la comarca atendiendo a numerosos pueblos de los Oteros. Por ello, en este sentido, en el puramente religioso, la marcha de los frailes también dejará un hueco difícil de cubrir. Tampoco hay que olvidar que el propio edificio de los Agustinos tiene anexionada la iglesia de la Nuestra Señora del Castillo Viejo, patrona de Valencia de Don Juan.

Una página de la historia se cierra. Hoy las instalaciones están en venta.

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