Diario de León

ALIJA DEL INFANTADO

«El médico que me hizo leonés»

Francisco Bono, valenciano y fotógrafo de profesión, busca al médico que, el 15 de agosto, «me salvó la vida». La historia comienza el pasado día 10, cuando Bono y su mujer llegan a Mérida, con intención de llegar a Santiago

Una vista panorámica de Alija, cuyos vecinos trataron de ayudar por todos los medios al afectado

Una vista panorámica de Alija, cuyos vecinos trataron de ayudar por todos los medios al afectado

Publicado por
Alberto Domingo Redacción - LA BAÑEZA.
León

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Francisco Bono recuerda que, el 15 de agosto, partieron de La Granja de Moreruela, con intención de llegar a La Bañeza, donde tenían previsto hacer noche en el refugio Monte Urba. «La marcha se nos dio bien y, al llegar al puente de la Vizana, vimos una zona de baño, con un restaurante al lado, y decidimos refrescarnos un poco y comer. Sería la una y media de la tarde», relata Paco Bono, reviviendo la jornada. El imprevisto llega a la hora de comer, en el puente de La Vizana, cuando Bono desenvuelve el bocadillo y «aparecen como cuatro o cinco avispas, más pequeñas, pardas y peludas de las que yo conocía, y una de ellas se me mete debajo de la cadena del reloj». El peregrino mata al insecto a manotazos -avispa o abeja, que de las dos maneras lo llamó-, pero no logra evitar que el bicho le pique antes de morir, algo a lo que «no di más importancia». Francisco Bono ha sentido las picaduras de las avispas en más de una ocasión, dice, pero «nunca me habían producido una reacción alérgica», explica. Sin embargo, por lo que pueda ocurrir, el peregrino recurre al botiquín, «que nos había preparado para el viaje un ATS amigo nuestro», para tomarse un antialérgico. Poco después comienza a notar «cierta hinchazón y una insensibilidad en la boca, que no eran normales». Bono recurre a su mujer, que, en principio, no aprecia síntomas, y, al empeorar la situación, acude al restaurante del otro lado de la carretera, donde pide un médico y se desploma, aunque «en ningún momento perdí el conocimiento, pero no podía hablar para decirles que respiraba» «Volví a nacer» Afortunadamente, un médico se encuentra en el local, que le presta los primeros auxilios. Se trata de «un tal Clemente, no sé si de nombre o de apellido. Es traumatólogo» y su intervención será decisiva para el final feliz de que esta historia. Francisco Bono busca ahora al doctor, a fin de agradecerle todo lo que hizo por él, porque «aquel día volví a nacer, así que ya no soy valenciano, sino leonés». Clemente, el médico, apuntó que su paciente accidental necesitaba una inyección de Urbasón. Así que, en su coche particular, lleva al enfermo y su mujer hasta Alija, donde se dirige a la farmacia, cerrada por la festividad de la Asunción. Comienza la búsqueda de la farmacéutica del pueblo y la colaboración de los vecinos, «que se portaron muy bien y estaban dispuestos a cualquier cosa, incluso a ir a otro lugar a por el medicamento». Pero el intento es vano y Clemente, el héroe de esta peripecia, acude a la residencia de ancianos de Alija, donde consigue un inyectable para Bono, que no tarda en producir «cierta mejoría», según el afectado. Del geriátrico, al servicio de urgencias de Alija, centro al que «habían telefoneado desde el restaurante y que no atendió contestó», según el peregrino. Aquí se le vuelve a tratar, pero el médico que atiende el servicio «parecía asustado, hasta el punto que le pide al traumatólogo que se quede allí», siempre, según la versión del afectado. Desde Alija se llama al centro de salud Juan de Ferreras, en La Bañeza, donde se informa que «una uvi móvil está esperando y que me desplace hasta allí por mis propios medios» Hospitalizado Así que el tal Clemente agarra al matrimonio, lo mete en su coche y le lleva hasta el establecimiento sanitario, «donde me cogieron vías por todas partes y me atienden fenomenalmente bien, pero recomiendan el traslado al Hospital de León, por lo que pudiera suceder». Francisco Bono pasó la noche hospitalizado en León, «hasta que los médicos vieron que ya estaba fuera de peligro». Bono recibe el alta el día 16, festividad de San Roque en La Bañeza, a donde regresa. Aquí busca un medio de transporte que le traslade hasta Alija, «porque quería agredecerle al traumatólogo lo que había hecho por mí». Ante la falta de autobuses, un taxista bañezano, de nombre Carlos, le lleva hasta Alija del Infantado, donde los viajeros recuperan las bicicletas, que guardaron los dueños del restaurante La Vizana, y buscan a su benefactor sin lograr un resultado positivo.

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