Diario de León

Nogarejas recibe el cadáver de David Pérez en un silencio sepulcral roto por un aplauso

Los vecinos recuerdan al guardia civil fallecido como «un chico muy querido, que venía por aquí siempre que podía»

El féretro, ayer en el tanatorio de Nogarejas, custodiado por varios miembros de la Guardia Civil. MARÍA FUENTES

León

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Nogarejas recibió ayer el cadáver de David Pérez Carracedo, el guardia civil fallecido en Barbate en acto de servicio, con un silencio sepulcral, solo roto por un aplauso espontáneo. Dolor contenido, abrazos y respeto. Y también una admirable entereza tanto de los compañeros de la Benemérita como de los familiares y vecinos.

Eran las cinco de la tarde. Frío intenso y algo de lluvia. Apenas hay gente por las calles de Nogarejas. Unos guardias civiles, acompañados del alcalde, acordonan la zona de la iglesia y el tanatorio. Una vecina lamenta lo sucedido. «Es una familia muy querida. El chico venía mucho por aquí por el verano y en las navidades. La madre es de aquí. Son muchos hermanos, 14 ó 15. Todo el mundo los quiere mucho», era lo poco que acertó a decir.

El alcalde de Castrocontrigo, municipio al que pertenece la localidad de Nogarejas, Olivio Campo, corrobora esas palabras. «El pueblo está como está, triste, desolado, porque este tipo de muertes nadie las espera. Y menos cuando suceden por este motivo. Un motivo un poco incoherente, un poco ilógico. Pero una vez que suceden las cosas tenemos que asumirlas y llevarlas como se pueda».

El mismo regidor explica que la madre de David es la que es originaria de Nogarejas, un familia con 16 hermanos. David tenía una hermana, Sandra, y tenía dos hijos de corta edad. Vivía en Navarra. «A él le gustaban estas misiones complicadas. Ha hecho varias antidrogas, creo que estuvo también en la embajada de El Salvador, y ahora estaba en Barbate por el tema del narcotráfico».

A David le gustaba mucho el pueblo. «Venía por aquí siempre que se lo permitía el trabajo. En verano siempre venía sus quince días. En Navidad estuvo en Nochebuena una semana con la familia y los niños jugando en el parque. Desde pequeño ya venía a pasar los veranos aquí a la casa de la abuela que todavía vive, tiene 94 años», explica el alcalde, visiblemente abatido.

Mientras, la tarde avanza y va cayendo la noche, mientras se espera la llegada del cadáver. El frío es cada vez más intenso. Poco a poco algunos grupos de vecinos y familiares se van acercando a las proximidades del tanatorio que aún permanece cerrado.

Varias patrullas de la Benemérita continúan presentes en la zona. El silencio sigue siendo la nota dominante. La poca gente que hay en el lugar habla en voz baja. Se respira una tensión contenida.

El funeral

Tendrá lugar hoy a las doce del mediodía en la iglesia del pueblo para luego ser enterrado

Son las siete de la tarde y la noche se apodera del lugar. Cada vez hay más gente, aunque sin llegar a ser mucha. Unas cincuenta personas en pequeños grupos de cuatro o cinco. Unas junto a las puertas del tanatorio, ya abiertas. Entre ellas, el padre del fallecido, que habla con los pocos periodistas presentes, pero que no quiere hacer ninguna declaración.

El tiempo pasa. Son ya las ocho menos cuarto de la tarde cuando llega el cortejo formado por varias patrullas de la Guardia Civil en moto y otras en coches patrulla. Vienen escoltando al féretro. Antes, otros compañeros ya habían llegado a la localidad. Todos perfectamente uniformados.

En medio de los vehículos oficiales, el coche fúnebre. Detrás una furgoneta que trae a la viuda y los dos niños del fallecido, así como a otros familiares.

Al bajar se funden en abrazos con familiares y amigos del pueblo que los estaban esperando. Nunca más de medio centenar, como si los vecinos hubieran entendido que éste era un momento íntimo reservado a la familia. Nunca llegó a congregarse en las proximidades del tanatorio más cincuenta personas. Muchas situadas por pequeños grupos al otro lado de la calle.

La calle está oscura. El silencio continúa. Es abrumador. Caras de desolación y respeto. Una fina lluvia vuelve a hacer acto de presencia como si quisiera poner las lágrimas por el joven fallecido.

El alcalde

«El pueblo está triste, desolado; hay que asumirlo y llevarlo como se pueda»

El coche fúnebre aparca junto a la puerta del tanatorio, de donde emana una luz deslumbrante. Un grupo de compañeros de la Guardia Civil sacan el féretro, momento en el que desde el otro lado de la calle un vecino comienza un aplauso. Enseguida le siguen todos los presentes como señal de agradecimiento a David Pérez Carracedo por una vida dedicada a los demás; tanto, que la entregó en pleno acto de servicio.

Su compañeros llevan su cadáver a hombros y lo depositan en el tanatorio. Una gran bandera de España cubre el féretro. El silencio vuelve a apoderarse del lugar, mientras por un periodo de unos diez minutos el ataúd es escoltado a ambos lados por sus compañeros. Las puertas del tanatorio siguen abiertas. Vecinos y familiares siguen el acto desde la calle. Se repiten los abrazos y los signos de condolencia. Apenas hay palabras. Mucho respeto y rabia contenida. Miradas perdidas.

Finalmente retiran el féretro que lo introducen en otras dependencias interiores del tanatorio, ya solo reservado a los familiares.

Las asociaciones profesionales de la Guardia Civil, que representan a los guardias civiles a todas las escalas, han exigido al ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que tome medidas «inmediatas y contundentes» para evitar más muertes y situaciones como las de anoche en el puerto de Barbate, en la que murieron dos guardias civiles y dos resultaron heridos.

La viuda de David Pérez Carracedo, el guardias civil de origen leonés, se negó ayer durante la capilla ardiente que se celebró en la Comandancia de la Guardia Civil en Pamplona, a que el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, fuera quien colocase una medalla en el féretro.

Marlaska se dirigió a recoger la medalla que portaba un agente de la guardia civil para colocarla en el ataúd. En ese momento, la viuda mostró su disconformidad con que fuera el ministro del Interior quien realizase este acto alegando que su marido «no lo hubiera deseado». Finalmente, fue el agente que portaba la medalla quien se encargó de colocarla en el féretro del agente fallecido.

El malestar dentro de la Guardia Civil y la Policía Nacional se hizo manifiesto nada más conocerse la muerte de los dos agentes. Las principales asociaciones de las dos fuerzas de seguridad reclaman la dimisión de Marlaska, al que acusan de haber dejado sin recursos a los efectivos que luchan contra el narcotráfico y la inmigración de personas en el Campo de Gibraltar. También la oposición exige al presidente de Pedro Sánchez el cese inmediato del titular del Interior.

Familiares, compañeros y autoridades despidieron ayer (en la imagen de la izquierda la mujer de David Pérez) en Cádiz y Pamplona a Miguel Ángel González y David Pérez, los dos agentes de la Guardia Civil asesinados en Barbate en medio de una gran consternación por lo sucedido. El dolor y la rabia se han apoderado de las catedrales de Pamplona y Cádiz, donde se instalarono las capillas ardientes de los dos agentes fallecidos cuando su patrullera fue embestida por una narcolancha mientras varios vecinos que estaban en el muelle jaleaban a los tripulantes de ésta. | efe

Los agentes despiden a sus compañeros.román ríos

La viuda de David Pérez, con uno de sus compañeros.villar lópez

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