Paco Morgado cumple 50 años de trashumante en las cañadas leonesas
El ganadero extremeño es el único que vuelve a pie desde León a Extremadura: ha cubierto la mitad del camino en Arévalo con la sequía como protagonista

Paco Morgado entre Corcos y LLamas de Rueda, con su rebaño camino de Extremadura.
La trashumancia a pie sigue viva este otoño. El rebaño de Paco Morgado emprendió la marcha desde el puerto de La Uña, en Acebedo, a Torremocha en Extremadura, el 22 de septiembre. El pastor cumple 50 años de trashumante en camino por la Cañada Real Oriental Leonesa. «Veinticuatro la he hecho a pie», asegura.
«Empecé con 14 años. Iban pastores de Prioro y Tejerina a Extremadura y me picó el gusanillo», señala al recordar sus inicios del que celebra las bodas de oro. «En junio del año que viene cumpliré 65 y espero volver a pie con mis ovejas», apostilla.
«Conocía a los de Prioro de pequeño, mi madre les lavaba la ropa una vez a la semana», relata. Paco Morgado se inició en el oficio como zagal —así llaman por abajo a lo que en León es motril— con su tío Cristóbal en la ganadería del conde de Santa Marta, que hacía la trashumancia entre Ávila y Extremadura. «Me encargaban de los carneros o del rezago (ovejas sin parir). Cosas de poco en las majadas».
Desde 1992, Paco Morgado tiene su propio rebaño. Fue entonces cuando cumplió el sueño de subir a los puertos de San Isidro, en Isoba y Maraña, de los que tan bien había oído hablar.
«Como me crié con los pastores de León y los veía bajar con las ovejas renegras y guapas, quería venir a conocer los pastos de León».
Va acompañado por Miguel, un cántabro que oyó hablar de su aventura, y Eduardo, un argentino que se dedica al pastoreo y se quedará en Torremocha al menos para la paridera. A ratos le sale compañía de uno o dos días en el camino. Ganaderos de Veguellina de Órbigo,
Once mastines y cuatro careas son sus principales herramientas. «Han trabajado, pero se han portado bien», señala al hacer balance sobre los ataques del lobo.
«Hay que tener un perro por cada cien ovejas para proteger bien el ganado», apostilla. Durante cuarenta días y cuarenta noche, las cañadas serán su casa y el cielo su techo. El viaje se alarga porque en algunos lugares, como en el valle de las Casas, en la provincia de León, aprovecha las rastrojeras de los cultivos de secano segados durante el verano. «Y para no castigar al ganado», recalca.
En el camino hay que prever que puede faltar alimento y agua. El campo «está un poco seco, de comida y de agua», apunta. «Si hay dos días que no comen suficiente, hay que darles pienso; pero agua hay que darles una vez al día». En el abrevadero entre Corcos y Llamas de Rueda, la etapa del 29 de septiembre, las ovejas se sacian a gusto. Corre el agua limpia y el depósito está impecable, aunque se ve antiguo.
No son muchas las infraestructuras necesarias para hacer la trashumancia que se mantienen en pie y con posibilidades de uso. Las cañadas tampoco están bien conservadas. «No tienen que ver con cuando empecé», admite.
«Antes eran como una alfombra, estaba limpio, limpio, limpio... y había agua, ahora la sienten pero muchas veces no tienen acceso», apunta. Morgado aclara que las cañadas, en las zonas de montaña, «son el mejor cortafuegos». Ahora están «invadidas por siembras o las han convertido en basureros» en muchos tramos. «Lo que más miedo tengo a las cañadas es la falta de agua», insiste. Hacer la trashumancia da tregua a las fincas de Extremadura, que «descansan un poco» y si llueve, proporcionarán buen pasto a su llegada.
«Cuanto más tarde llegue, mejor, vamos huyendo de la lengua azul y si llueve algo, la finca estará verde y me podré ahorrar en pienso», asegura. «Eso es la trashumancia», sentencia. Cuando no había piensos y la conquista dio tregua a los territorios en la Edad Media, se vivió la edad dorada de la trashumancia con el Real Concejo de la Mesta, al que Alfonso X El Sabio concedió privilegios.
Desde el siglo XIX, la trashumancia empezó a decaer. Y para finales del siglo XX, el pastoreo se convirtió en un oficio del que huir.
Desde el valle de las Casas se contempla Peñacorada con nitidez. La montaña, poco a poco se va haciendo más pequeña. Paco y su rebaño andan por Arévalo, a mitad de camino. «Hoy nos han tenido que traer agua. Está todo muy seco», asegura.
De sus 50 años como trashumante destaca el contacto «con muchos extranjeros», atraídos por una actividad olvidada pero que aún persiste gracias a pastores como Paco Morgado o su paisano José Manuel Sánchez Miguel, que ha subido andando a León en los tres últimos veranos. Son, con los leoneses de la ribera y el Páramo, los últimos trashumantes que surcan las cañadas.
"Hacer la trashumancia a pie de León a Extremadura es una osadía"
Este verano subía a la majada de La Uña «a que me hiciera unas migas» y ahora le acompaña «un ratín». «Hoy es una osadía hacer la trashumancia a pie desde Extremadura a León», valora Arsenio, que tras pasar por el seminario se convirtió en empleado de Telefónica. Se jubiló después de 40 años de servicio.

El viaje a pie del rebaño en la jornada en el valle de las Casas.
Ya se van los pastores... de León a Extremadura

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Ya se van los pastores... de León a Extremadura

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Ya se van los pastores... de León a Extremadura

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Ya se van los pastores... de León a Extremadura

El viaje a pie del rebaño en la jornada en el valle de las Casas.