La pérdida de especies forestales empujará al oso a buscar comida en zonas habitadas
El cambio climático reducirá en un 25 % las fuentes de frutos secos antes de que acabe el siglo

Esta semana han comenzados las labores para recuperar las zonas afectadas por el fuego.
El cambio climático amenaza con modificar profundamente los bosques de la Cordillera Cantábrica y, con ello, el equilibrio ecológico que sostiene a una de las especies más emblemáticas de la fauna ibérica: el oso pardo cantábrico (Ursus arctos). Según una investigación liderada por la Universidad de Oviedo y publicada en la revista científica Frontiers in Forests and Global Change, hasta un 25 % del área actualmente ocupada por el oso podría quedar sin acceso a especies forestales productoras de frutos secos a finales de siglo.
Los frutos secos —como hayucos, avellanas, bellotas o castañas— son esenciales para el oso durante la hiperfagia, la etapa previa a la hibernación en la que acumula reservas energéticas. Sin embargo, el estudio prevé que especies atlánticas como el haya (Fagus sylvatica), el avellano (Corylus avellana) y los robles atlánticos (Quercus petraea, Q. robur) experimentarán un fuerte retroceso, mientras que especies más mediterráneas y termófilas, como el castaño (Castanea sativa), la encina (Quercus ilex) y el alcornoque (Quercus suber), se expandirán hacia el norte y el oeste de la cordillera.
«Aunque el oso tiene una gran capacidad de adaptación, la simplificación del mosaico forestal podría aumentar su dependencia de recursos menos estables y, en años de baja producción, intensificar la búsqueda de alimentos de origen humano», explica Pedro Álvarez Álvarez, catedrático del Departamento de Biología de Organismos y Sistemas de la Universidad de Oviedo y coautor del trabajo. Los investigadores advierten que esta tendencia podría incrementar los conflictos entre osos y comunidades rurales, especialmente en zonas donde los animales ya se acercan a colmenas, huertos o basureros durante los años de escasez.
El estudio, realizado en colaboración con la Universidad de Granada, la Universidad de Santiago de Compostela y el Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (IMIB-CSIC-Universidad de Oviedo-Principado de Asturias), utiliza modelos de distribución de especies combinados con proyecciones climáticas hasta el año 2100. Los resultados muestran que el cambio climático reducirá la diversidad forestal en amplias zonas del hábitat del oso, disminuyendo la estabilidad de los recursos naturales que sustentan su dieta.
Para mitigar estos efectos, los autores proponen medidas de gestión forestal, como plantar castañares en zonas estratégicas alejadas de los núcleos habitados, restaurar bosques que combinen especies atlánticas y mediterráneas y fomentar la productividad de especies resilientes como el rebollo. Estas actuaciones, señalan, permitirían mantener la disponibilidad de alimentos naturales y reducir la probabilidad de que los osos se vean obligados a buscar comida en entornos humanos.