Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

¡Ahora vamos a trabajar!

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VICTORIANO CRÉMER
León

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SE ACABARON los gitanos que iban por el monte solos y los caballeros de la Tabla Redonda, quijoteando por esto nuestros mundos! Las elecciones famosas del año 2003, municipales y espesas han terminado. Como estaba previsto por el mando, -porque aquí el que no se consuela es porque no quiere-, con el resto de la esperanza que pueda quedarnos para el próximo año, durante el cual nos veremos envueltos en otra densa atmósfera, de la cual hemos de salir airosos y entusiastas dispuestos a elegir, esta vez, para inquilino del Palacio gubernamental propiamente dicho de La Moncloa. Que Dios reparta suerte para entonces, porque la función municipal y autonómica ha terminado. ¡Ahora, señoras y señores, sean cuales fueren sus cometidos y sus condiciones personales, habrá que ponerse a trabajar! Aparquemos por algún tiempo los denuestos, exabruptos, insultos y condenaciones, que fuera el lenguaje usado durante el plazo electoral felizmente caducado sin víctimas e intentemos dirigirnos civilizadamente al elector para que éste no crea que efectivamente todos somos unos asesinos y todas unas colipoterras y Doña Isabel Carrasco miente y Don José María de Francisco debe exiliarse y Don Mario abandonar toda tentación cesárea. En fin, debemos intentar volver a la vida natural, vulgar si se quiere, pero serena y contemplar a nuestros vecinos, sean o no candidatos, como lo que son o como lo que deben ser: conviventes y solidarios, que para guerras ya tenemos bastantes con las que organiza el Emperador americano. Y es a partir de este tiempo que debemos considerar como normal y civilizado (lo que difícilmente se entiende como civilizado es el comportamiento de los unos y de los otros durante la refriega electoral), concediendo al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Porque lo que les espera a todos y cada uno de los victoriosos va a ser difícil y hasta doloroso, concediendo que el mundo se desvía precisamente hacia terrenos quebrados y en los cuales se agazapa el traidor de turno. No van a ser fáciles los años de mando que les corresponderán a alcaldes, concejales, diputados y consejeros, porque León, con permiso, no va bien; porque León se desintegra; porque León pierde fuerza y temperatura. Habrá que intentar enfocar ahora los problemas no como una metáfora electoral, sino como una dolencia para la cual se requiere la atención de todos los doctores. Aquí lo de «obras son amores y no buenas funciones», porque no cabe suponer que el pacífico, nobilísimo y pacientísimo lugar en el cual convivimos y desnacemos vaya a conformarse con tanto brindis al sol como se ha emitido durante el periodo electoral. Se han cometido muchos errores, señores de la sala (y también muchos aciertos, convengamos en ello) para no sentirnos obligados a elevar nuestra protesta y solicitar para los descuidados, para los apáticos y para los indotados el seguro en el cargo hasta convertirlo en vitalicio. En León, señoras y señores, además del ocio y sus espabilamientos se nota el abandono de una política cultural perfectamente cohesionada, (ahora que el término parece estar de moda) y la vivienda para jóvenes y ancianos es imposible y las ocupaciones de trabajos dignos inseguras y los servicios públicos nada ejemplares y la economía de la comunidad tan evanescente que se nos va de entre las manos. León, que es un lugar dotado de las cualidades más sobresalientes para erigirse en centro de atracción de muchas cosas verdaderamente importantes está en el difícil trance de sentirse condenada a programas vulgares o divertimientos putrefactos, con la obligada indiferencia de una población ejemplar que se siente dejada no ya de la mano de Dios, sino de las intenciones de sus representantes. ¡Solemnemente prometemos no descuidar la vigilancia.

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