Diario de León

Homenaje al genio de la literatura

El nombre del ingenioso literato da importancia a esta calle de La Bañeza

El nombre del ingenioso literato da importancia a esta calle de La Bañeza

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Javier Tomé - la bañeza
León

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La puesta al día que ha experimentado La Bañeza en los últimos tiempos, propiciando una agradable combinación de clasicismo y modernidad, se ha esforzado en preservar los edificios sólidos y plenos de nobleza burguesa que caracterizan a la zona más céntrica, sin olvidar las nuevas vías y barriadas que redondean la estampa arquitectónica de la ciudad. En una categoría intermedia entre tradición y progreso, se encuentra esta calle de Cervantes que homenajea al mayor genio literario nacido en nuestro país. La vía es de pequeño tamaño y extiende su trayecto desde la calle de Ramón y Cajal a la remozada plaza de las Tierras Bañezanas. Entre un caserío que resulta de lo más habitual en esta zona, destaca algún vestigio en piedra de cierta memoria sindical. Puesto que la calle no tiene más historia, vamos con la peripecia vital del gran protagonista que preside su rótulo: don Miguel de Cervantes Saavedra. Hijo del cirujano Rodrigo de Cervantes y de Leonor de Cortinas, vino al mundo en la villa de Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547. Tras cursar estudios en Sevilla y Salamanca, el joven Miguel se avecindó en Madrid e ingresó en la escuela de la Compañía de Jesús, dirigida entonces por el humanista Juan López de Hoyos. Fue precisamente allí, cuando apenas había cumplido los veintiún años, donde hizo sus primeras armas literarias, colaborando como poeta en una composición conjunta realizada a la muerte de la reina de España, doña Isabel de Valois. Posteriormente se trasladó a Roma, trabajando como camarero del cardenal Acquaviva. Maravillado por la Italia del Renacimiento, un auténtico paraiso de las artes, Cervantes reafirmaría su afición por el mundo de las letras. Según explicó él mismo, «una de las mayores tentaciones del demonio es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer e imprimir un libro con que gane tanta fama como dinero y tantos dineros cuanta fama». De soldado a escritor En 1570 ingresó como soldado raso en el Ejército español, interviniendo al poco en la histórica batalla de Lepanto, «la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos». Durante la lucha recibió un disparo de arcabuz además de estropearse para siempre el juego de su mano izquierda, lo que le valdría el mote de «el manco de Lepanto». De regreso a la patria fue apresado por una flotilla turca y remitido como cautivo a Argel, permaneciendo prisionera hasta 1580, cuando era rescatado por los frailes trinitarios a cambio de una suma de 500 escudos. Volcado en su trabajo como escritor, Cervantes escribió más de veinte obras para los teatros de Madrid, publicando en 1585 una novela pastoril: La Galatea . Pero ante la ruina en que vivía su familia, ingresó como funcionario del Estado con la misión de recaudar fondos para la Armada Invencible. En el año 1586 fue destinado a Sevilla y, tras presentar unas cuentas poco claras a sus superiores, dio con sus huesos en la cárcel Real de la capital andaluza, «un lugar donde toda incomodidad tenía su asiento y donde todo triste ruido hacía su habitación». En el año 1602, cuando aún estaba en prisión, comenzó a escribir El Quijote , una tremenda invectiva contra los delirantes libros de caballería. Después de su publicación en los primeros días de enero de 1605, la historia del ingenioso hidalgo de la Mancha y de su escudero Sancho Panza conseguiría un éxito impresionante, haciéndose hasta siete ediciones aquel mismo año. A partir de entonces, don Miguel pudo dedicarse por completo a la literatura, apareciendo en 1613 las Novelas ejemplares y en 1615 la segunda parte de El Quijote , como reacción a la publicación del falso Quijote escrito por un tal Avellaneda. En sus páginas aparece un Quijote definitivamente muerto y sepultado con la intención de que, según aclaró el propio protagonista, «ninguno se atreviera a levantarle nuevos testimonios, pues bastaban los pasados». Don Miguel estaba concluyendo una nueva novela, Los trabajos de Persiles y Segismunda , cuando le sorprendió la muerte el 22 de abril de 1616, poco después de recibir el sacramento de la Extremaunción. Así que dejemos al mismo Cervantes valorar su extraordinaria vida: «Me siento muy orgulloso de mi condición de soldado y de escritor que ganó la fama mundial gracias a mi ingenioso hidalgo manchego. Padecí muchas decepciones e infortunios, pero no hay recuerdo que el tiempo no borre ni pena que la muerte no acabe».

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