Diario de León
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MARTÍN MARTÍNEZ
León

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QUERIDO hermano: Espero que, al recibo de la presente, disfrutes de buena salud, así como todos los tuyos. Por aquí bien, y preparados para el invierno. Ya me dirás el circo que habéis montado por esos lares con las escaramuzas municipales -que más parece guerra abierta y pista de los Hermanos Toneti- entre PSOE, PP y UPL. Por aquí, de momento, parece que reina la sensatez, y mis últimos informes me hacen suponer que así se continuará, aunque ya sabes que el efecto dominó existe. Entre tanto y a la distancia conveniente, uno cree, hermano, que el Ayuntamiento leonés se ha pasado de rosca. Eso de declarar, con toda solemnidad de concejo y actas, persona no grata al palentino González Clavero, es bastante tragicómico. Viene a ser algo así como el peaje que el PSOE tiene que pagar a los leonesistas; y esos peajes siempre salen por la yema del uno y parte del otro, como se comprueba si miras hacia Cataluña. Con absoluta certeza, sabes que los astorganos estamos, radicalmente, en contra de las teorías que el autor vierte en su libro, que por el mero hecho de introducirlas indica sibilinamente un aval, aunque sean atribuidas a otros; es el caso de las del profesor Jesús Fernández, de quien por cierto fui alumno en su cátedra vallisoletana, hace ya ¡oh Dios mío¡ tantos años. Ha ocurrido algo así como cuando los políticos arremeten contra los plumillas, cosa demasiado frecuente; matando al mensajero asunto concluido. Y en León os creéis que matando a Clavero, mandáis a hacer puñetas a la bicha incubadora de serpientes venenosas. Eso es cortar el primer arillo del rabo de la lagartija, nada más. Te voy a decir una cosa, querido. Este galimatías que ha estallado con la Fundación Villalar, es vicio anterior, de cuyo enredo tenemos toda la culpa los propios leoneses, por lo cual ahora hemos de arrastrar la penitencia, que el pecado fue capital. Echa sino un vistazo y contemplarás que muchos de los culpables de aquel desaguisado siguen apoltronados y emboscados, por haber sido complacientes en aquellos años. Te pregunto: ¿Levantó alguna vez la voz, en ese sentido, un tal Rodríguez Zapatero? ¿Lo hizo, por casualidad, un tal Aznar? Toda la patulea de senadores, diputados nacionales y provinciales, procuradores, algún ministro que otro, secretarios de estado, directores generales y una larga lista de vividores supervivientes ¿han dicho esta boca es mía, que es decir ya estoy harto? Claro, me decía Nolete que esa clase de políticos nunca están saciados. Muchos llevan décadas sobando, con sus orondas posaderas, cuero repujado y apearlos es muy difícil; legislatura tras legislatura, tragan sapos y culebras que digieren con pasmosa facilidad, y tan contentos. Para eso tienen la boca. No sé yo, hermano, si en Villalar no sería justo, práctico y conveniente, rodara alguna cabeza como en aquella desgraciada jornada del 23 de abril de aquel mil quinientos y pico. Lo que sí sé es que nuestro pueblo, el leonés, hace bueno aquel aforismo que cada cual tiene lo que se merece. Nosotros, que no hemos sido capaces de lanzar a una pandilla de ineptos al pilón de la plaza, ahora queremos vengarnos en un profesor, cuyo libro estoy seguro ha sido bien pagado; pero nunca, también estoy seguro, nunca tan bien pagado como esos políticos que los leoneses ponemos cada cuatro años; y que, desgraciadamente, para mayor sonrojo, repiten. Lástima que hayan desaparecido todos aquellos pilones de las plazas; y lástima que gastemos salvas contra un profesor, mientras desaparecen los redaños.

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