Diario de León

La Bañeza acompañó al pequeño nazareno en su fiesta

Un Santo Potajero de una tonelada

Parece mentira que un guiso de más de 800 kilos de ingredientes preparado en el patio de una vieja capilla tenga ese sabor tan característico a bacalao, con un deje picante en el gusto, y que

Ramiro

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Alberto Domingo
León

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«Del orden que se ha de tener en la comida que se ha de dar a los presos» es el título del vigesimoséptimo capítulo de la santa regla de la Cofradía de las Angustias y Soledad de La Bañeza, fechado el 23 de marzo de 1615.

El texto señala que se ha de alimentar a «los presos pobres» de la cárcel en las tres pascuas del año (Navidad, Resurrección y Pentecostés), y prescribe que el abad —hoy, denominado juez, acompañado del escribano de la cofradía «u otro oficial», visiten la prisión en las vísperas de estas fiestas «y sepan cuántos pobres hay en la dicha cárcel y, conforme hubiere, se les dé una olla de vaca y carnero».

La norma se fue adaptando a los tiempos y hoy se guisan 260 kilos de garbanzos y 140 de arroz, aderezados con 150 litros de aceite, 12 de sal, 16 de pimentón y 9 de ajos. También se cocinan 190 kilos de bacalao y se reparte a los comensales 260 kilos de naranjas y 545 de pastas, además de un trozo de pan, de suerte que el total de comida repartida suma un peso superior a una tonelada, suficiente para 3.000 personas, según la hermandad. Una tonelada de alimento que en su día significó caridad y solidaridad y hoy es fiesta gastronómica que se celebra alrededor del Santo Potajero, un nazareno de unos 50 centímetros de alto, pelo natural y largo —ayer especialmente revuelto por el viento—, esculpido en el siglo XII con todo detalle. Preparar el guiso ayer fue especialmente incómodo. La cofradía ha ganado espacio para este trabajo con el derribo de parte de la vivienda que estuvo anexa a la capilla, pero el aire dificultó el trabajo, esparciendo cenizas y humo, que irritaban los ojos de quienes trabajan y de los mirones que se colaron en la improvisada y tradicional cocina del potaje.

Al potaje de este año no le faltó la mano del juez hemérito, David González Falagán —los años no pudieron con la llamada de la tradición— ni el ingrediente institucional y político, con la presencia en La Bañeza, del delegado del Gobierno, Miguel Alejo (acompañado por el subdelegado, Francisco Álvarez, y el alcalde de La Bañeza, José Miguel Palazuelo) que degustó el potaje, destacó su buen sabor y subrayó el mensaje evangélico «de dar de comer al hambriento» y el mantenimiento de la tradición, involucrando a los más pequeños en la fiesta.

El interés de la fiesta. El Santo Potajero, celebración reconocida por la Diputación, aspira, con toda la Semana Santa de La Bañeza, a la declaración de Fiesta de Interés Turístico de la comunidad autónoma. Es sin duda el reparto del potaje lo más significativo de una Semana Santa que cuenta con tallas del XVII, entre las que destaca una de Salvador Carmona.

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