Diario de León

León

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Quién sabe si saldrá. Estará allí, puntual, esperando. Aguardando el triunfo, que venza el negro del cielo o en la tierra la ‘marea de los negros’. Que no se fundan las lágrimas con la lluvia. Este año no. Otra vez no.

A la hora en punto, en la puerta de Santa Nonia, salga o no salga, latirá el nuevo corazón del Nazareno. Con cada paso, una señal. Del cielo para la tierra. Tecnología para la imagen divina. Nuevos tiempos para lo que el tiempo mantiene como siempre. O casi.

Llevará el Nazareno los inventos de este siglo, él, tantas veces centenario. Para saber dónde va, para ir donde vaya.

Ya no tendrán que sufrir los atajadores recreando en la memoria el plano imaginario de la ciudad para llegar hasta la talla adorada. Ya no tendrán que calcular por dónde irá. Bastará un vistazo a su teléfono móvil. O una pregunta a los nuevos papones de Twitter e Instagram.

Historia y App. Haciendo historia. En JHS. En la Cofradía del Dulce Nombre, la del Nazareno, la de los papones de Jesús. Para la procesión de la Pasión, la que hubo siempre antes del gran enfado. La que la calle ha nombrado como la procesión de los niños , por cientos, con sus padres y madres, capillo bajado, que hoy procesionan juntos los del Dulce, la antiquísima y reverenciada cofradía de las Angustias y Soledad y la Real de Minerva. Negro y oro, negro y morado, negro y negro.

Si el otro negro, el del cielo, lo permite, las calles verán, blanco y rojo, la primera procesión de Santa Marta, hoy sin la Sagrada Cena, hoy con otras imágenes, las que han procesionado durante siglos en otras semanas santas más recogidas, más populares, las que les enseñaron sus mayores y han vivido de generación en generación, las de las parroquias de la Diócesis legionense, las penitenciales de la provincia de León. En una década ya, Benllera, Celadilla, Grajalejo, Mansilla, San Millán, Villademor o Sandoval.

Del cielo depende también el Vía Crucis de la Redención. Rigor leonés en la plaza del Grano o en el interior de las Carbajalas, que depende de si la lluvia se suma a las lágrimas por Jorge y Justo Javier y su recuerdo.

Retumbará el sonido de las horquetas cuando casi al lado, en otro convento, en el de las Concepcionistas, la abadesa, en su clausura, dé permiso, «cúmplase así si es la voluntad de Dios Padre Todopoderoso», para que el Cristo del Santo Sepulcro, el que va alumbrado con quinqués, el que da título a la cofradía, abandone el monasterio.

Hoy mandará el cielo. Hoy, a la hora en punto, en la puerta de Santa Nonia, con mi móvil preparado, dejaré a mi hija y a mis sobrinas en la procesión y rezaré para que sus lágrimas no se fundan con la lluvia. Y si el cielo quiere, sabré dónde va él. Y ellas.

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