Diario de León
León

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Que baste el sentimiento, que no haya explicación que dar, que bajo el paso, bajo el capillo, haya fe o esperanza. Qué importa ya. Santo credo de sus mayores. Bendita costumbre ancestral. Que antes que ellos los padres, y antes los padres de los padres. Y así de generación en generación. La gran verdad. Que sólo necesita sentimiento.

Cuando aún no haya amanecido, teñirán de negro los papones la ciudad. A la llamada del Nazareno, que es su fe de cuatrocientos y dos años. A la señal cuatro siglos repetida. Cada Viernes Santo amanecido. Llueva o no llueva. Quiera el cielo o no quiera. Llega a Santa Nonia la ‘marea de los negros’, en dulce oleada los del Dulce Nombre, los papones de Jesús. Por todas las calles, desde todas las direcciones. Y León será nazareno. Siguiendo sus Pasos.

Retumbará primero la ciudad dormida. Despertará para el Encuentro. Desayunará en el descanso. Y se recogerá cuando mande el Nazareno. Así será.

Que tras él, fundida la mañana con la tarde, las Siete Palabras darán voz a León en su sermón, ante la ciudad y el Cristo que mandó tallar un Balderas. Y cuando la tarde se vacíe en la media tarde y ésta en la noche, saldrá la Real de Minerva y su Santo Entierro, como manda la tradición y la sagrada Concordia de 1830, que es año impar y Angustias queda en casa. Y alcalde y munícipes, banda en el pecho, bastón de mando en la mano, que es imposición y no privilegio que pujen por la ciudad. Anque sea sólo un trecho.

Apenas terminada, empezará la víspera del último día, el del Desenclavo, la Soledad y la Luz. Tocarán a Gloria las campanas, anunciarán los campanarios, al unísono, que todo está por acabar. Y no se necesitarán explicaciones. Sólo sentimiento. Debería bastar.

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